Día a día los municipios de nuestro país compiten por ser mejor. Cada uno de ellos quiere que su comunidad prospere. En ese contexto, el Índice de Competitividad Local (ICL) es una herramienta que promueve esa competencia sana entre municipios, la cual también está ligada a los indicadores nacionales. Lamentablemente, los últimos resultados del ICL revelan un panorama sombrío para el país ¿Qué implicación tiene esto?
Desde hace ocho años, Fundesa desarrolló su propia metodología para medir el ICL a nivel municipal, una adaptación del Índice de Competitividad Global, el cual mide la competitividad entre naciones. Según el Foro Económico Mundial, la competitividad es el “conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan la productividad”. Es decir, a mayor competitividad, mayor productividad, mayor bienestar y mayor prosperidad. Existe una fuerte correlación entre esa competitividad y el ingreso per cápita. Esta se mantiene entre países y entre municipios.
El ICL mide 43 indicadores clave, proporcionando un diagnóstico detallado. Evalúa las instituciones, políticas y factores que influyen en la productividad de cada municipio. Desde el aumento de la inseguridad hasta el dinamismo de negocios, cada elemento se pesa en una escala de 0 a 100 puntos, proporcionando un panorama completo y objetivo.
Otro aspecto valioso es que el ICL no solo cuantifica, sino que también narra la historia de cada municipio, proporcionando una base para la toma de decisiones políticas informadas que permitan un desarrollo equitativo. El ICL es una hoja de ruta que le permite a cada alcalde mejorar y llevar prosperidad a sus localidades, atendiendo aquellos temas por mejorar que el ICL le permitió identificar.
Lamentablemente, el análisis del ICL de 2023 muestra un retroceso en 259 municipios, contrario a la tendencia positiva observada en años anteriores. Estos retrocesos, atribuidos al aumento de la inseguridad, el deterioro de la infraestructura, la inflación y la creciente dependencia de las remesas, exigen una mirada reflexiva y acciones inmediatas. Estos resultados también tienen que ver con el desempeño de la competitividad a nivel nacional.
Claro que, no todo es malo, 81 municipios mejoraron. Gran parte de estas mejoras se deben a que estos lugares están recibiendo inversión extranjera, como es el caso de Ayutla, San Marcos con la empresa japonesa Yakazi. La inversión inicial de esta empresa japonesa en esta localidad llegó a US$10 millones como plan piloto, lo cual generaría alrededor de 1,200 empleos. Una inversión extranjera de esa magnitud genera un efecto cascada y una mejora en muchísimos indicadores.
Este panorama resalta la magnitud del desafío. La brecha entre los que avanzan y los que retroceden es un recordatorio inequívoco de que necesitamos corregir el curso lo más pronto posible. Es importante analizar los éxitos y fracasos individuales de cada municipio para replicar buenas prácticas y, sobre todo, corregir aquello que no está bien.
Es importante reconocer la labor de aquellas municipalidades que están trabajando por el desarrollo de sus comunidades, y así atraer oportunidades y generar mejores condiciones de vida en su población. Ojalá, en 2024, estos esfuerzos loables no sean truncados con el cambio de administración, sino adoptados por los nuevos líderes.
No podemos hablar de competitividad local sin hablar de competitividad nacional. Y esa competitividad nacional está gravemente amenazada por la coyuntura política que vivimos actualmente. Además, no podemos hablar de competitividad nacional, si no tenemos democracia. La estabilidad de nuestra democracia es un pilar fundamental para la competitividad nacional; si la democracia está en peligro, también lo está nuestra capacidad para ser competitivos como nación
¿Qué implicaciones tiene esto para los guatemaltecos? En términos prácticos, si no rectificamos nuestra democracia, nos enfrentaremos a un encarecimiento de las tasas de interés bancario, restricciones en la transferencia y recepción de remesas, obstáculos en la exportación de nuestros productos a otros países y la amenaza a la estabilidad de nuestra moneda. Las posibles consecuencias son de magnitud catastrófica, y es imperativo corregir el rumbo con la urgencia que la situación demanda.
Siempre he dicho que Guatemala tiene un potencial inimaginable. Podemos llegar a ser una nación competitiva en todos sus rincones pero, para lograrlo, debemos enfrentar los desafíos con valentía y adoptar un enfoque inclusivo que impulse a todas las comunidades hacia adelante. Trabajar incansablemente hacia esta meta no solo es un deber, sino una inversión en el futuro sostenible y equitativo que todos anhelamos.