Hace unos días Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), dijo que se prevé que la caída de la economía mundial “toque fondo” este 2023. El comentario se puede interpretar de manera optimista ya que después de tocar fondo viene la subida. ¿Podremos como nación ser parte de esa “subida”?

 

Coincide esta columna con el encuentro mundial del Foro Económico Mundial en Davos, donde se discute la peligrosa amalgama de riesgos que hoy se entremezclan: la guerra entre Rusia y Ucrania, crecientes costos por fenómenos climáticos, alta inflación, bajo crecimiento, altas tasas de endeudamiento de las naciones, altas tasas de endeudamiento personal y, sobre todo ello, altas tasas de interés. No es un panorama alentador. Por su parte, el Banco Mundial estima un crecimiento económico del 1.7 por ciento para el 2023, y no del 3 por ciento, como había sido previsto. En países como el nuestro este paupérrimo crecimiento global se hará sentir.

 

¿Cuál es el reto global más importante del 2023? Recuperar los años de educación que se perdieron a raíz de la pandemia COVID-19. En Estados Unidos se evidencia un serio declive en las puntuaciones de lectura y matemáticas a raíz de la pandemia. Además, el Centro Nacional de Estadísticas de Educación de Estados Unidos reportó una reducción de matrícula, particularmente preocupante en las edades más pequeñas (13 por ciento del ciclo en nivel preescolar). En estos países, los niños que dejaron de estudiar en la pandemia pierden el interés de hacerlo ahora. Si eso sucede en países donde los encierros fueron más cortos y donde existían capacidades previas para ejecutar el aprendizaje a distancia, ¿cómo estará el rezago educativo en Guatemala?

 

En un mes inicia el año escolar del sector oficial de nuestro país. Con esto, 2,885,071 personas (niños, jóvenes e incluso adultos) iniciarán sus estudios. Finalmente, este 2023 será el año de la presencialidad para muchos. Después de casi tres años de supuesta educación a distancia o híbrida, muchísimos niños regresarán a las aulas de clase. Regresarán con esos tres años adicionales de edad biológica, pero sin los conocimientos educativos que debieron haber adquirido en ese lapso. Durante pandemia, los niños y jóvenes pasaron de año automáticamente, sin realmente haber adquirido los conocimientos y habilidades necesarias. Si nos importa esta generación de niños, este regreso a clases requerirá un esfuerzo muy especial como nación. Un esfuerzo desde las autoridades, desde los maestros, desde los padres, y, finalmente, desde cada uno de los alumnos afectados.

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Los resultados de las últimas evaluaciones del Ministerio de Educación a graduandos (“Graduandos en línea 2021”), muestran que apenas 3 de 10 logran un resultado satisfactorio en Matemática y 2 de 10 en Lectura. Y eso aún no incorpora el efecto completo de la accidentada virtualidad en la educación.

 

El entorno global y los distintos factores exógenos hoy amenazan nuestro potencial de desarrollo como país. Sin embargo, no hay factor que incida más sobre nuestra economía ni política nacional de mayor importancia que la educación. Los abrumantes niveles de migración, delincuencia, pobreza y los otros tantos males que nos achacan tienen su raíz en la falta de calidad educativa. No es sorpresa que la búsqueda un empleo digno y los deseos de migrar, son factores altamente correlacionados con el nivel de educación. Más de dos tercios de los migrantes guatemaltecos en Estados Unidos no completaron su educación secundaria. No habrá desarrollo de país sin educación ni podremos formar a los líderes del mañana siguiendo el camino del ayer.

 

Estamos en un momento crucial. Si queremos cambiar nuestra realidad, este año, tenemos que cambiar nuestra educación. Tenemos que brindar experiencias de aprendizaje cautivantes y transformadoras para todos los niños y jóvenes del país. Tenemos que darles acceso a una educación del siglo XXI (fortalecida en habilidades blandas y habilidades tecnológicas), que garantice su preparación para los empleos del mañana. Y, en consecuencia, necesitamos líderes que pongan a la educación en el centro de la agenda política y económica. Ojalá todos hagamos los esfuerzos remediales que exige este regreso a clases. Ojalá que, en este año electoral, las propuestas de los futuros líderes prioricen la educación e incluyan propuestas innovadoras. El futuro de nuestro país es lo único que está en juego.