La posible llegada de una segunda ola de contagios de Covid-19 nos tiene preocupados a muchos, ¿tendremos que encerrarnos en nuestros hogares de nuevo? ¿nos tocará cerrar (otra vez) las puertas de nuestro negocio, ya cuando habíamos logrado avanzar un poco en este tiempo de reactivación? Es comprensible tener dudas y miedos entre tanta incertidumbre, sin embargo, ¿será cierto que viene una segunda ola o nos están asustando con el petate del muerto? Nadie lo sabe con certeza, pero sí podemos aprender de lo que está pasando en otros países.

 

En países como Israel, Francia e Inglaterra, la segunda ola llegó de manera precipitada y eclipsó las infecciones de la primera. Así que, en mi opinión, lo más recomendable para nuestro país es prepararnos para lo que pueda venir, sobretodo al saber que aún queda mucho tiempo para que una vacuna llegue a nuestras latitudes. En ese sentido debemos prestar alta atención a ciertas variables clave: (i) la capacidad de camas en los hospitales, (ii) la capacidad y disponibilidad de pruebas, (iii) trazabilidad de contactos, que sigue sin ser sistematizada, y (iv) transparencia de datos, recordemos que, sin datos estadísticos, es imposible analizar la situación. La experiencia de otros países nos enseña que la preparación es la clave.

 

La evidencia muestra que, en la segunda ola, la proporción de hospitalizaciones se reduce. Conforme pasa el tiempo, los médicos alrededor del mundo han logrado aplicar mejores tratamientos, aunque estos siguen sin ser perfectos, sobretodo en casos especiales. Aún y cuando la tasa de hospitalizaciones de la segunda ola es menor, no podemos ignorar que en nuestro país casi no hay capacidad ociosa de hospitales para atender dicha segunda ola de hospitalizaciones, por menor que sea. Nuestra capacidad hospitalaria ya no da más. Según cifras oficiales existe una mejora en la disponibilidad de camas. El Ministerio de Salud Pública asegura que hay un total de 8,480 camas disponibles en nuestra red hospitalaria, de las cuales un 26 por ciento están siendo ocupadas por pacientes de Covid-19.

 

En el tema de las pruebas, estamos lejos de realizar las 5 mil pruebas diarias que nos propusimos inicialmente. A pesar de los esfuerzos, no hay una mejora significativa en capacidades. No hemos podido realizar una compra masiva de pruebas para inventariar en anticipación, ni de llevar a cabo dichas compras internacionalmente, salvo a través de entes multilaterales o cooperantes.  Además, seguimos reportando positividad de pruebas arriba del 10 por ciento todas las semanas. Esto sugiere que estamos corriendo muy pocas pruebas y muchas menos pruebas de las que serán requeridas durante la segunda ola.

 

 

Como mencioné, algunos gobiernos en el mundo se están viendo obligados a optar un segundo encierro al haber perdido el control de la segunda ola. Sin lugar a duda, esto tendrá fuertes consecuencias para sus economías. En el caso de Guatemala, un segundo encierro sería el último clavo en el ataúd y acabaría de matar pequeñas y medianas empresas, y aquellas industrias que ya se encuentran con problemas.

 

La evidencia demuestra que la preparación, anticipación y prevención son importantes predictores de las consecuencias de una segunda ola. Necesitamos establecer mecanismos rigurosos que nos ayuden a trazar contagios, mejorar nuestros procesos de recaudación de datos para contar con datos transparentes que nos ayuden a tomar mejores decisiones, hacer más pruebas y preparar nuestros hospitales.

 

Espero que nuestras autoridades utilicen este tiempo para prepararnos y los exhorto a que hagan todo lo posible para que nuestro país esté listo. Debemos anticiparnos y mantener nuestras políticas de prevención: respetar el distanciamiento social, utilizar mascarillas en todo momento, lavar constantemente nuestras manos, y mantener estrictas medidas de higiene. La prevención es nuestra mejor aliada. No está de más ser cuidadosos.