Guatemala se distingue por su “solidez” macroeconómica. Pero nuestro crecimiento anual es insuficiente y hoy está en riesgo de sufrir una caída precipitada. Se visibilizan nubes negras en el horizonte que no podemos ignorar.

 

La economía de una nación se integra por el consumo, el gasto público, las inversiones y las exportaciones netas. Podemos decir entonces que la economía es la suma de una infinidad de decisiones individuales, basadas en nuestro bolsillo personal y en nuestra disposición de arriesgar capital.

 

Hoy la economía guatemalteca está frente un panorama desalentador. El consumo está golpeado, lo cual se evidencia en la tasa de crecimiento del IVA doméstico. Esta cayó un -83% en dos años (de julio 2016 a julio 2018). Los indicadores de inversión también son preocupantes. Estos muestran una baja de casi 10% respecto al año pasado. Por supuesto que esto preocupa (y mucho), recordemos que la inversión es vital para nuestro desarrollo, no solo impacta en la economía actual sino también en las capacidades futuras del país. Por aparte, el gasto gubernamental se encuentra plagado de ineficiencias y corrupción, y afronta grandes retos para ejecutar el presupuesto aprobado. Por último, nuestras exportaciones han tenido un mal desempeño, cayendo a niveles negativos (-15% en julio de 2018). Ello se debe a una tasa de cambio que resta competitividad, combinada con la baja generalizada en el precio de nuestros principales productos de exportación. Según datos de Banguat, entre los más afectados están las exportaciones de café (-8%), el banano (-30%), el caucho (-19%), productos metálicos (-26%), entre otros.

 

Esta inminente tormenta es consecuencia de una combinación de factores. Entre ellos están: (i) el alejamiento de inversión extranjera por fallos arbitrarios de parte de la CC, en los cuales se revocan licencias ya otorgadas por el Estado, (ii) la actual crisis política, (iii) una SAT que se salta pasos administrativos y se va directo a la vía penal (con respaldo arbitrario de la CC), (iv) el empoderamiento de redes clandestinas ilegales que roban electricidad, provocando la desconexión de miles de usuarios, (v) arbitrariedades en los trámites a nivel municipal, (vi) el incremento en contrabando por devaluación del peso mexicano y, sin ser exhaustivo, (vii) la grave sequía de este año. Sin duda este es un escenario abiertamente hostil a la economía nacional y familiar.

 

Con una tormenta como esta, será sumamente difícil que surjan nuevas oportunidades de empleo e inversión en nuestro país, ¿quién querrá arriesgar su capital con tanta tempestad? Es una conclusión lógica que, si hoy generamos tantos migrantes en búsqueda de nuevas oportunidades, en un escenario como este podemos anticipar que la migración aumentará.

 

No podemos seguir así. Somos el país de la eterna paradoja, tanto potencial y tan pocos logros. Debemos convocar con urgencia a un diálogo nacional para discutir los elementos más importantes de una hoja de ruta que genere empleo y prosperidad para todos. Seguramente ese diálogo incluirá el desarrollo de infraestructura para conectar nuestra nación, estrategias para estimular el surgimiento de ciudades intermedias que ayuden a dinamizar nuestra economía y tácticas para propiciar un ecosistema que fomente el emprendimiento. A la larga, todo ello impactará positivamente en la calidad de vida de los guatemaltecos. La tormenta está sobre nosotros, de nuestras decisiones dependerá qué tanto nos afecte.