Si son como yo, todas las mañanas logran salir de su profundo sueño gracias al escandaloso despertador de su celular, el cual se queda conectado a un enchufe cercano a su cama durante toda la noche para recargar batería. Luego se dirigen a la cocina de su casa para tomar su primera taza de café caliente, y así le dan el inicio oficial a su rutina. Sin electricidad, al menos yo, difícilmente podría iniciar mis días con el pie derecho. Si hacemos una introspección, necesitamos de la electricidad para realizar (casi) todas nuestras actividades con éxito. Pero, en nuestro país, continuar teniendo acceso a la energía eléctrica corre graves riesgos.

 

Hace algunas semanas, varios medios de comunicación denunciaron un robo de electricidad que dejó sin servicio eléctrico a 14 mil habitantes de los municipios de Ixchiguán, Sinibal, San José Ojetenam, Tajumulto y Tacaná, en San Marcos. Según declararon autoridades de Energuate, la empresa decidió desconectar los servicios de ciertos usuarios por falta de pago. Ante esa decisión, algunas personas optaron por conectarse ilegalmente a la red. Esto causó el fallo que dejó sin electricidad a miles de familias residentes de San Marcos, y así han permanecido desde finales de mayo. ¿Cuándo regresará el servicio eléctrico a estas comunidades? Quién sabe.

 

El robo de energía impide el desarrollo de las comunidades, puede provocar daños irreparables a la red y al bienestar de sus habitantes ya que, en la mayoría de casos, estas conexiones violan las normas de seguridad. Pero además, estas conexiones ilegales están sobrecargando el sistema. No se trata de una persona aislada que busca conectarse al transformador más cercano se trata, principalmente, de esos piratas que revenden la energía. Hoy hay más de 400 denuncias pendientes de resolver. El porcentaje de energía eléctrica robada en Guatemala ha llegado a tal punto que, eventualmente, las operaciones de empresas como Energuate dejarán de ser económicamente viables. Lo peor de todo esto es que, por esos pocos que roban energía, todos los demás sufriremos las consecuencias.

 

Hace una década, el costo de la energía eléctrica en Guatemala era bastante alto. Por eso mismo la iniciativa Mejoremos Guate lo definió como un “cuello de botella” que impedía el desarrollo incluyente de nuestro país. Desde entonces, una serie de esfuerzos fueron impulsados para poder implementar proyectos energéticos. Gracias a los millones de dólares que han sido invertidos, los precios de energía han reducido en un 50 por ciento durante los últimos seis años, pasando de $0.27 a $0.14 kilovatio por hora. Pero además, muchísimos guatemaltecos que antes estaban excluidos, han sido conectados a la red de suministro eléctrico, pasando de 47.8% a 91.96%. Todos estos son logros que debemos celebrar. No obstante, el discurso de la conflictividad y la reivindicación atenta contra esos enormes avances y beneficios.

 

Este es un ejemplo claro de los grandes obstáculos que se pueden sobrepasar cuando nos unimos para alcanzar los mismos objetivos y cuando se respaldan y se impulsan políticas públicas de impacto. Lamentablemente, la situación que se vive en San Marcos también puede convertirse en un ejemplo de lo que sucede cuando la retórica de la conflictividad y la agresión dominan el discurso. Es triste que por negligencia de algunos pocos, muchos inocentes sufren las consecuencias de estas malas acciones.

 

Creo firmemente que el proceso de reconstrucción de país debe pasar por despertar un círculo virtuoso en el que, a través de pequeños acuerdos, se genere confianza y procesos de diálogo. En Guatemala necesitamos dejar atrás las malas costumbres de polarización, venganzas, represalias y agresiones. Debemos enfocarnos en encontrar soluciones y, sobretodo, en la construcción de un mejor mañana para todos los guatemaltecos, en especial aquellos que viven en medio de situaciones conflictivas, como los residentes de San Marcos. Les pregunto a todos ustedes, ¿podrían uds. estar desconectados como estas 14 mil personas?