Esta es mi última columna del año, y como ya es costumbre, me gusta dedicar este espacio para reflexionar sobre lo que sucedió en nuestra coyuntura nacional durante el 2024, las lecciones que podemos extraer y lo que podríamos esperar como país en el futuro próximo.
En muchos sentidos, este fue un año que podría considerarse “estancado”. Por un lado, vimos más movimiento de los acompañantes dentro del barco llamado gabinete sin que esa nave lograse desplazamiento alguno. Observamos también como la distracción causada por el constante enfrentamiento entre la fiscal general y el presidente consumió energías que debieron haberse enfocado en resolver problemas críticos del país. No se trata de tomar partido, sino de reconocer que ambos tienen una cuota de responsabilidad en el escalamiento de un conflicto que los distrae de sus labores. Mientras tanto, Guatemala no progresa a la velocidad requerida. Los insuficientes avances son producto de un activismo reactivo que se asemeja a sacar agua de un barco conforme se hunde, en lugar de dedicar los esfuerzos hacia tapar los hoyos o construir remos.
En el área de salud, por ejemplo, hubo logros importantes en la vacunación, pero también momentos alarmantes, como la declaración de alerta naranja por dengue, que cerró el año con más de 96 mil casos y más de 100 fallecidos. Estas cifras se combinaron con manifestaciones de trabajadores de la salud, como el bloqueo de la Avenida Bolívar, que dejaron entrever un sistema de salud colapsado y un sector profundamente insatisfecho. Es un recordatorio constante de que la mayoría de los guatemaltecos no solo recibe atención deficiente, sino que también debe pagar caro por ella. Mientras tanto, casos de corrupción como el denunciado en el Hospital San Juan de Dios subrayan cómo estas fallas no son fortuitas, sino sistémicas.
El panorama político también tuvo sus altibajos. Aunque hubo una transición democrática pacífica, esta estuvo empañada por la criminalización de las juntas electorales y la erosión de la confianza en el sistema electoral. Si algo debería quedar claro, es la necesidad de comenzar a discutir cómo garantizar un proceso más transparente y robusto en el 2027. Desde el Congreso se aprobaron leyes importantes, como la Ley Prioritaria de Infraestructura Vial. Opacando cualquier logro, también se consolidó un modelo de negociaciones exprés que, disfrazado de “eficiencia”, perpetúa la corrupción y erosiona la confianza ciudadana.
En educación, hubo esfuerzos visibles, como el remozamiento de escuelas, pero también opacidad en negociaciones colectivas. Se visualiza con esperanza un 2025 en que podamos pasar del remozamiento físico al equipamiento tecnológico de las aulas. Sin duda, es un terreno donde los retos son inmensos pero los réditos para el país justificarán la prioridad que podamos asignar en resolverlos.
En cuanto a seguridad, hubo logros en la contratación de más policías y una ligera reducción en la tasa de homicidios. Mientras tanto, el narcotráfico sigue permeando sin mayores restricciones. Este problema subraya la necesidad de una mayor participación ciudadana en la denuncia de actividades criminales, incluídas las vinculadas a la corrupción.
La economía, por su parte, cerró el año con un crecimiento esperado del 4 por ciento según el Banco Mundial y una deuda como porcentaje del PIB relativamente controlada en 27 por ciento. Sin embargo, el presupuesto deficitario del 2025 augura un aumento en el endeudamiento, mientras problemas estructurales como la falta de infraestructura vial y el congestionamiento en puertos continúan siendo frenos para el crecimiento.
A pesar de todo, se respira cierto aire de optimismo, tanto a nivel nacional como global. En un mundo cada vez más interconectado, es fundamental que los guatemaltecos sigamos abogando por una Guatemala más justa, eficiente y transparente. La responsabilidad de construir el país que queremos no solo recae en las autoridades, sino también en cada uno de nosotros.
En fin, me despido de este espacio por ahora, deseándoles a todos ustedes, estimados lectores, unas muy felices fiestas de fin de año. Esperemos que esta Navidad traiga paz al mundo y renovación para nuestra Guatemala. Que el 2025 sea un año donde, al fin, comencemos a tapar los hoyos del barco y construir los remos que nos permitan avanzar con determinación hacia un futuro mejor.