Guatemala es sumamente diversa. Desde rincones turísticos llenos de historia hasta zonas de innovación y comercio. Las diferencias económicas entre municipios son abismales. Muchas regiones enteras del país permanecen en el subdesarrollo y la pobreza. ¿Qué explica esas diferencias? ¿Cómo hacemos más productivas a las regiones más pobres? ¿Cómo llevamos desarrollo a estas comunidades? ¿Cómo las transformamos?
El primer paso para lograr estas transformaciones es medir cómo estamos. Recordemos que lo que no se mide, no se mejora. Afortunadamente existe una herramienta que nos ayuda a hacer este diagnóstico. Se trata del Índice de Competitividad Local (ICL). Esta es una metodología de evaluación anual cuyo objetivo es valorar el conjunto de instituciones, políticas y demás factores que tienen incidencia en a la productividad de cada municipio. El ICL analiza 43 indicadores agrupados en 12 pilares, tales como infraestructura, adopción de TICs, salud, entorno económico, entre otros.
Arranca el foro de @FUNDESA sobre el #ÍndiceDeCompetitividadLocal
Versión 2024. @TorrebiarteJose hace un llamado a mejorar la competitividad desde cada municipio. 🧵 pic.twitter.com/jVvNmPa52s— Salvador Paiz (@salva_paiz) December 10, 2024
Esta semana, Fundesa presentó los últimos resultados del ICL. Estos reflejan una mejora en 179 municipios y un retroceso en 161 de ellos. El ICL de nuestro municipio nos debe importar a cada ciudadano, ya que se correlaciona de manera muy directa con el ingreso per cápita y las oportunidades de empleo. Municipios como Panajachel se encuentran entre los que han mejorado su puntuación y que se han convertido en un ejemplo para muchos. Panajachel ha logrado importantes transformaciones en temas de turismo e inversión en nuevos negocios, principalmente en hotelería. Es el primer municipio de Sololá que logra entrar en el grupo de los municipios con calificaciones más altas. De Sololá, también destacó San Marcos La Laguna, con una mejora de 4.48 puntos respecto al año anterior, uno de los saltos más grandes de todos los municipios.
Lamentablemente, hubo otros municipios que tuvieron un retroceso fuerte, de más de 5 puntos, como San Cristóbal Acasaguastlán (El Progreso) con -5.39 puntos, o San Pedro Necta (Huehuetenango) con -5.01. En general, un pilar que se identificó como un gran reto, es la adopción de TICs. En esta, 325 de 340 municipios empeoraron su calificación. Otras áreas que se identificaron como problemáticas fueron las de dinamismo de negocios, en el que 293 municipios empeoraron su calificación, y la de salud, en el cual 225 retrocedieron.
Si todos somos parte de un solo país, ¿qué explica las diferencias en desempeño interanual entre municipios? La realidad es que vivimos en una Guatemala fragmentada en cuatro partes y esa fragmentación se debe al cúmulo de decisiones y políticas públicas, tanto las nacionales, pero especialmente las que se implementan a nivel municipal. Cada una de esas cuatro Guatemalas es como vivir en país diferente. Las condiciones en cada una de ellas contrastan y nos muestran las realidades tan distintas que vive nuestra población. La primer Guatemala consta de 28 municipios que abarcan el 12 por ciento de nuestro territorio y albergan al 10 por ciento de la población. Allí se concentra el 4 por ciento del PIB, lo que pondera un PIB per cápita de US$2,482 anuales. Esto significa que estas personas viven en condiciones similares al Congo o Haití, países con una pésima calidad de vida.
En la segunda Guatemala, el escenario mejora. Allí encontramos 278 municipios, que resguardan a 65 por ciento de la población y 85 por ciento del territorio. Ellos son responsables del 45 por ciento del PIB, que equivale a un PIB per cápita de US$4,675 anuales. Sus condiciones de vida se asemejan a las de países como República Dominicana o Bolivia.
En la tercer Guatemala la situación mejora drásticamente. Aquí se agrupan 34 municipios con un PIB per cápita de US$13,745. Esto sobrepasa el promedio regional (US$10,344), e incluso implican mejores condiciones que las que se viven en México, Colombia o Brasil. Y, por último, está la cuarta Guatemala, la ciudad capital, cuyo PIB per cápita es de US$15,404. Lo que implica que las personas viven en condiciones similares a las que se viven en Chile.
Es de aplaudir que contamos con esta valiosa información de cómo está nuestro país a nivel municipal. Esta metodología de agregación y comparación de información nos brinda una herramienta invaluable para entender las variables que impulsan la competitividad en los diferentes municipios. Además, nos permite identificar cómo estas mejoras impactan directamente en los ingresos per cápita de sus habitantes. Sin embargo, contar con la herramienta no es suficiente; la clave está en cómo la usamos.
Esta herramienta debe ser una guía para que los alcaldes observen qué está funcionando en otros municipios. Los cambios en las puntuaciones de competitividad no ocurren al azar, sino que responden a acciones concretas. El entorno y las políticas nacionales dejan mucho que desear. Sin embargo, los jefes ediles pueden mover la aguja del desarrollo a nivel municipal. Es vital que los alcaldes se enfoquen en analizar estas buenas prácticas y las adapten a las realidades de sus comunidades.
Queda claro que tenemos mucho camino por recorrer. Pero lo interesante de este ejercicio es ver el gran potencial de transformación que se tiene a través de la gestión municipal. Los alcaldes tienen el poder de cambiar completamente la realidad de sus comunidades. Si los alcaldes actúan con estrategias claras y priorizan según la metodología del ICL, las transformaciones serán increíbles.
Los ciudadanos tenemos un importante rol que jugar a través del voto. Podemos votar sobre las promesas bonitas (pero vacías) que nos hagan los alcaldes, o podemos votar por un alcalde que muestre resultados cuantificables. Si un alcalde logra avances medibles en competitividad y bienestar, merece ser premiado con nuestro voto para continuar con su labor. Por el contrario, aquellos que no demuestren mejoras en sus municipios deben ser reemplazados.
El ICL es mucho más que un conjunto de datos. Es una hoja de ruta para mejorar las condiciones de vida desde lo local. Cada punto de mejora en competitividad se traduce en ingresos per cápita más altos y, por ende, en una mejor calidad de vida para los habitantes del municipio. La gran pregunta es: ¿usaremos el ICL para exigir cuentadancia de nuestros jefes ediles?