El ritmo de los cambios globales pareciera acelerarse. Hace tan solo 10 días quedó electo el presidente Trump y, a pesar de que aún no asume la presidencia, los cambios ya se hacen sentir alrededor de todo el mundo. En Guatemala, debemos aprovechar este momento de revolución, impulsado por temas tan diversos como la geopolítica hasta la inteligencia artificial (IA), para cambiar de ‘velocidades’. No podemos quedarnos en ‘neutro’, especialmente frente a la rapidez con la que los cambios están transformando el mundo.

 

Estamos en un momento increíble en la historia de la humanidad. La IA es una revolución tecnológica sin precedentes, mucho más grande que la revolución industrial o la revolución del internet. Y los cambios que esta revolución logre van a suceder muchísimo más rápido, otorgándonos un menor período para adaptarnos ante sus disrupciones.

 

Sin entrar en el debate sobre si la IA incrementará o reducirá el empleo total, lo que es absolutamente certero es que traerá cambios drásticos en las competencias laborales demandadas en el mercado laboral. Se requerirán más profesionales como ingenieros en sistemas y expertos en diseño de prompts, en lugar de especialistas en tareas como la interpretación de radiografías.

 

La gran pregunta es, ¿qué hacemos? ¿cómo aprovechamos este momento de cambio para el bien de todos? ¿Cómo cambiamos de ‘neutro’ y pisamos el acelerador de las transformaciones requeridas? En otras palabras, ¿qué debemos hacer para que estos cambios no generen aún más disrupción y pobreza? Tengo algunas ideas.

 

En el ámbito de la infraestructura vial, el decreto 29-2024 en que se aprueba la Ley de Infraestructura Vial Prioritaria, marca un avance significativo. Esta nueva legislación nos brinda un nuevo marco institucionalidad que nos permitirá agilizar la ejecución de proyectos viales, una necesidad urgente para Guatemala. Sin embargo, el verdadero desafío será asegurar que esta agilidad potencial se materialice en una ejecución eficiente y sin corrupción. La infraestructura es un factor clave que limita hoy en día nuestra capacidad de generar empleo, y su modernización resulta esencial para el crecimiento económico y social.

 

Por otro lado, se requiere una estrategia decidida para “turbinar” tal generación de empleo. En años recientes, la migración ha funcionado como una válvula de escape ante la falta de oportunidades locales. Sin embargo, cerrar esa posibilidad incrementará la presión interna, lo que podría llevar a situaciones de conflicto y caos, similares a las vividas en periodos oscuros de nuestra historia. Para prevenir esto, es crucial promover inversiones que atraigan empresas interesadas en aprovechar el fenómeno del nearshoring. Guatemala podría ofrecer incentivos atractivos, como esquemas de zonas francas o incentivos fiscales, para aquellas empresas que decidan establecerse y crear nuevos empleos en el país.

 

Además, para fomentar un ambiente de inversión favorable, debemos fortalecer la certeza jurídica. Esto requiere más que una simple digitalización de procesos: es necesario implementar herramientas innovadoras y disruptivas basadas en IA. Esta podría utilizarse para analizar jurisprudencia dentro del marco legal local (como ROSS Intelligence y Lex Machina en el Reino Unido) y emitir fallos preliminares que los jueces pudieran validar o rechazar (como en Estonia), ayudando a reducir la posibilidad de corrupción y a agilizar procesos que actualmente son interminables. También podría utilizarse para evaluar la consistencia de los fallos (como DataJust en Francia) y quizás inclusive llegar a asignar una calificación a los jueces según la calidad de sus fallos.

 

La formalización de la economía es un tema inaplazable en la era de la IA. No es sostenible que más del 60 por ciento de nuestra economía funcione como en el siglo antepasado, con papeleo y pagos físicos obsoletos. Es fundamental legislar un esquema que permita la formalización acelerada, pero que también proteja a quienes actualmente operan en la informalidad, evitando sobrecargar o poner en riesgo sus actividades económicas.

 

Finalmente, y no por ello menos importante, está la educación. Aún tenemos pendiente el debate sobre las transformaciones estructurales que eran requeridas para generar las competencias derivadas de la revolución digital. Es angustiante que vamos tarde para abordar el siguiente debate sobre los cambios que la revolución que la IA exige. En paralelo, se suma la grave y urgente preocupación sobre la masiva dislocación laboral que ocurrirá debido a los cambios tecnológicos. Sectores enteros, como el de los traductores jurados u operadores de call center, se verán afectados. Es crucial que empecemos a planear cómo reorientar estas competencias hacia las demandas emergentes del mercado laboral.

 

El tiempo para reaccionar es ahora. Si no aceleramos los cambios necesarios, el riesgo es alto: el país se quedará rezagado frente a una economía global cada vez más competitiva y tecnológicamente avanzada. Debemos movernos con la misma rapidez con la que estos cambios están impactando el mundo. De lo contrario, sufriremos las consecuencias. Adaptarnos a esta era de transformaciones exige audacia, pero también un compromiso inquebrantable por un desarrollo que incluya a todos los guatemaltecos. Es momento de elegir si avanzamos con decisión o nos quedamos atrapados en el pasado.