Una buena aspiradora tiene la capacidad de arrasar con cualquier cosa que tenga en su camino. En cuestión de segundos, succiona con fuerza. De igual forma sucede con la migración guatemalteca a Estados Unidos. Con una intensidad imparable, este fenómeno ha aspirado el talento de nuestro país, dejándonos sin nuestros trabajadores más prometedores. Ellos se van en búsqueda de un mejor futuro. Al final, ¿por qué quedarse aquí cuando del otro lado aparentemente les espera una vida más prometedora?
Para profundizar y analizar sobre este complejo tema, la semana pasada participé en la Cumbre Empresarial “Desafíos ante la migración de talento en Estados Unidos, México y Guatemala”. Tuve la oportunidad de moderar un panel, en el que varios representantes del sector privado de nuestros tres países aportaron sus ideas y soluciones prácticas a este controversial fenómeno.
Así arranca la cumbre empresarial “Desafíos ante la migración del talento” con participación de @CACIFGuatemala @Coparmex @ilo @BCIE_Org @USCIB @CONCAMIN pic.twitter.com/HxLq0wEbri
— Salvador Paiz (@salva_paiz) October 24, 2024
La cruda y dura realidad es que nuestros compatriotas se van porque no pueden construir la vida que sueñan en el país que los vio nacer. Según estadísticas del BID, 87 por ciento de los migrantes guatemaltecos lo hacen por razones económicas, a pesar de que 64 por ciento de ellos ya tenían un trabajo antes de migrar. Las condiciones laborales locales simplemente no se comparan con lo que supuestamente podrían percibir en el norte. La disparidad salarial es tan amplia que la promesa de mejores condiciones ejerce una atracción imposible de resistir, a pesar del sinfín de peligros que enfrentan al irse de manera ilegal. Nada de eso importa cuando migrar parece ser la única solución para lograr oportunidades laborales y mejoras económicas.
Las cifras expuestas durante una de las presentaciones de la cumbre no dejan espacio para las dudas: el desequilibrio es evidente. Aunque el costo de vida en Estados Unidos es más alto, la diferencia salarial es abismal. Ajustado por poder adquisitivo, el salario mínimo por hora en Estados Unidos es de $7.25 contra $4.66 en el sector formal en Guatemala. Sin embargo, en el sector informal el ingreso percibido es de tan solo $1.32 por hora. La migración se vuelve una especie de ley física, como la ósmosis, un proceso en el cual las moléculas se desplazan de una zona de menor concentración a una de mayor, buscando el equilibrio. De la misma forma, los guatemaltecos se ven succionados a migrar hacia países con mejores ingresos y condiciones de vida, buscando nivelar las disparidades. Esta es la cruda realidad de una Guatemala en la que muchos anhelan quedarse, pero pocos pueden hacerlo sin sacrificar su bienestar.
El problema está claro. También está claro que los gobiernos no están siendo efectivos en atender este fenómeno y que las soluciones deberán incorporar la perspectiva del empleo. Al final, la creación de empleos y la mejora salarial son terreno conocido para las empresas, quienes tienen mucho que aportar. Excluir a las empresas de la discusión sería como pedirle a alguien que diseñe una casa sin consultar a un arquitecto. Si bien el sector privado no tiene todas las respuestas, su experiencia propia en torno al empleo es crucial. ¿Cómo crear las condiciones para que el empleo florezca en el país de origen? ¿Cómo mejorar la productividad y la remuneración para aliviar el actual desbalance?
Para responder esas dudas, en Guatemala se planteó la hoja de ruta denominada “Guatemala No Se Detiene” (GNSD). Esta es un planteamiento técnico que busca generar 2.5 millones de empleos adicionales para el 2032. Es un esfuerzo claro y ambicioso para crear oportunidades laborales dentro del país y así reducir el flujo migratorio. Aún más importante, vemos actores del sector privado guatemalteco involucrarse para fortalecer aspectos institucionales que históricamente dejaban en manos del gobierno: infraestructura, seguridad ciudadana, justicia y capital humano. Ejemplos como los programas de becas de inglés son un adelanto de lo que podemos lograr cuando todos remamos en la misma dirección.
A pesar de los esfuerzos, existen desafíos en sectores específicos en donde la fuga de talento es evidente. Un ejemplo es el fenómeno de los choferes de tráileres. Las empresas en Guatemala invierten en su formación y capacitación, y les ofrecen oportunidades para ganar experiencia. Pero, una vez son competentes, muchos optan por irse a Estados Unidos en donde pueden ganar salarios de hasta seis cifras y en dólares. Del lado de Estados Unidos, la demanda de choferes es altísima, sobre todo porque no están formando a la velocidad que se van retirando.
Ciertamente, el tema migratorio será decisivo para las elecciones de Estados Unidos el próximo 5 de noviembre. Al tratar de satisfacer su insaciable demanda de trabajadores, Estados Unidos se abrió a serios riesgos para su seguridad nacional. Al mismo tiempo, el esquema actual ha fomentado la rentable industria del “coyotazgo”. Dicho sistema pierde la oportunidad de crear programas de “empleo circular”, donde migrantes legales optarían a empleo por tiempo determinado y retornarían con nuevas competencias y habilidades, beneficiando así la productividad en su país de origen.
A la larga, la migración es un fenómeno complejo. No tiene una sola causa, sino que está lleno de matices que afectan tanto a las empresas, que sufren la falta de mano de obra calificada, como a las familias, que quedan separadas y en ocasiones fracturadas. Mientras la brecha en los ingresos y la productividad siga existiendo, esta aspiradora migratoria continuará funcionando, succionando todo lo que esté a su paso.
Ya hemos visto que delegar este problema solo a los gobiernos no es sostenible. Las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y los tanques de pensamiento tienen un rol fundamental que jugar. Afortunadamente, ya existen soluciones prácticas y una “caja de herramientas” para abordar algunas de las variables más urgentes.
Para hacer frente a esta aspiradora migratoria, necesitamos crear condiciones que permitan el florecimiento de empleos dignos en Guatemala. Las empresas pueden y quieren generar empleo, pero lo harán en la medida en que sea viable y sostenible. No se trata de pedirles que inviertan “porque sí,” sino de eliminar los obstáculos que impiden el crecimiento y limitan su desarrollo. Esa es la premisa detrás de GNSD: lograr 2.5 millones de empleos para 2032, abordando los cuellos de botella más críticos. Mejorar la infraestructura vial, invertir en capital humano, desarrollar sectores estratégicos, fortalecer la certeza jurídica y la seguridad ciudadana, son pasos esenciales para reducir la brecha que seduce a tantos a migrar. Solo así podremos lograr que los guatemaltecos alcancen sus sueños en el país que los vio nacer.