¿Puede la tecnología ser el puente hacia el desarrollo incluyente en el mundo, brindando oportunidades de aprendizaje que transformen vidas y comunidades enteras? ¿O será solo una barrera que ensanche las brechas en nuestra sociedad? Para contestar estas dudas, Unesco realizó una serie de actividades la semana pasada, partiendo por el lanzamiento del documento “Tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién?”. Este informe nos invita a reflexionar sobre si este recurso está logrando o no su cometido, especialmente en los contextos más desfavorecidos del mundo. Luego, durante dos días, nos sumergimos en un análisis profundo para sentar las bases para la formulación de una hoja de ruta que nos lleve a una Guatemala conectada con tecnología.
A grandes rasgos, la investigación de Unesco sugiere que la incorporación de la tecnología en la educación debe basarse en evidencias que confirmen su adecuación, equidad, escalabilidad y sostenibilidad. Es decir, su uso debe priorizar el beneficio de los estudiantes y complementar la interacción directa con los profesores, viéndose como una herramienta que se emplee bajo estas condiciones. Sin embargo, el estudio también argumenta que la investigación que existe hoy sobre los efectos de la tecnología en la educación, son complejos y muestran alta variabilidad de resultados entre los diferentes países, contextos y regiones.
Ciertamente, el amplio y diverso abanico de estudios nos permite entender algunas razones por las cuales la tecnología ha fallado en entregar el aprendizaje esperado. Dicho en positivo, nos ofrecen una pauta valiosa sobre cómo las tecnologías pueden aprovecharse dentro del aula para optimizar el aprendizaje. Aunque los efectos de la tecnología pueden no ser uniformes en todos los entornos, lo que es evidente es que su potencial transformador está ahí. El reto está en adaptar y contextualizar su implementación, no en cuestionar su valor intrínseco. Los ejemplos de éxito demuestran que, cuando la tecnología se integra adecuadamente con la pedagogía y la formación docente, los beneficios se multiplican, incluso en contextos desafiantes. Más que un obstáculo, estas desigualdades pueden verse como una oportunidad para innovar y encontrar soluciones específicas que promuevan la equidad y el desarrollo educativo.
Es importante que la tecnología no se vea como un sustituto a la enseñanza tradicional, sino un complemento. Es indudable que la tecnología, de ser bien aprovechada, es una herramienta transformadora. Uno de los mayores beneficios de la tecnología en la educación es su capacidad para consolidar y transmitir información a una velocidad y escala sin precedentes. Además, permite personalizar el aprendizaje, brindando retroalimentación inmediata que se adapta al ritmo de cada estudiante. Esto es especialmente valioso en contextos rurales y alejados, donde el acceso a la educación de calidad es complicado. Funsepa, le apuesta a ese modelo y trabaja por llevar tecnología a estos contextos, con la idea de crear oportunidades de desarrollo incluyente.
La experiencia de Funsepa a la fecha nos demuestra que, para el caso de Guatemala, la tecnología impacta en variables cuantitativas de gran importancia como lo son las mejoras porcentuales en las pruebas de matemáticas y en la reducción de la tasa de deserción escolar. Sin embargo, como país, vamos a un ritmo que no refleja sentido de urgencia. No estamos ejecutando ni a la escala necesaria ni a la velocidad necesaria para poder cerrar las brechas provocadas por el analfabetismo digital. Eso genera grandes rezagos y eventual desempleo al no contar con las competencias básicas al momento de graduarse.
El estudio también argumenta que, en ciertos contextos, la tecnología puede convertirse en una distracción. Sin duda su “mal” uso la aleja de sus verdaderos objetivos. Por ello, estas herramientas digitales deben integrarse con un enfoque pedagógico y de manera estratégica en los planes de enseñanza del docente. Ello no solo se limita a enseñar competencias digitales, sino también a fomentar el pensamiento crítico y colaborativo, permitiendo que las TICs potencien el aprendizaje, en lugar de obstaculizarlo. La experiencia nos demuestra que toda intervención debe incluir las protecciones de navegación para evitar las distracciones o aplicaciones que no aportan a los objetivos de aprendizaje.
Otro tema que el estudio plantea como una preocupación son las brechas para el acceso a la tecnología. En temas de equidad e inclusión, la tecnología contribuye a reducir el costo de acceso a educación para algunos grupos. Pero sigue desplazando a aquellos que están más rezagados. Si bien el costo de los dispositivos ha bajado, sigue siendo inalcanzable para muchas familias en comunidades vulnerables. Esto genera una desconexión no solo tecnológica, sino también social, ampliando las brechas de desigualdad.
Para analizar estas problemáticas y retos en temas de tecnología educativa, Unesco reunió durante dos días a actores clave en el sector tecnológico y educativo de nuestro país. Durante esos días, conversamos sobre los desafíos y oportunidades para la transformación digital del sistema educativo guatemalteco, con el objetivo de crear una hoja de ruta que impulse estos esfuerzos hacia una estrategia de mejora. ¿Qué metas se deben plantear? ¿Por dónde se empieza? ¿Cómo hacerlo? ¿Quiénes deberían involucrarse en el proceso?
Fue en ese taller que conocí sobre dos experiencias de transformación digital súper valiosas e interesantes. Las experiencias de Valle del Cauca en Colombia y Jalisco en México ilustran dos modelos inspiradores de cómo la tecnología puede integrarse estratégicamente en la educación para cerrar brechas sociales y generar desarrollo en comunidades rurales y marginadas. En el caso del Valle del Cauca, el proyecto ValleLabs ha posicionado a esta región como un laboratorio de innovación educativa, con un enfoque STEAM que no solo se centra en la incorporación de tecnología, sino en la resolución de problemas locales. El modelo promueve que los estudiantes participen activamente en la creación de soluciones para los desafíos de sus territorios, asegurando que los recursos tecnológicos sean intencionales y alineados con las necesidades reales de las comunidades. Esto va más allá de proporcionar equipos tecnológicos, apostando por un ecosistema tecno-pedagógico robusto que fortalece las competencias docentes y promueve el pensamiento crítico en los estudiantes.
Por su parte, en Jalisco, México, el proyecto Recrea Digital demuestra cómo la tecnología puede ser utilizada no solo para mejorar el aprendizaje, sino también para optimizar los procesos administrativos en las escuelas. Iniciado en 2018, este proyecto ha logrado la conectividad de miles de escuelas a través de la Red Jalisco, creando un entorno digital seguro y transparente que fomenta la toma de decisiones basadas en datos. A través de herramientas como la plataforma digital y la app Recrea, se ha facilitado el control escolar, la ciberseguridad y el acceso a datos abiertos, permitiendo que los docentes se enfoquen en su labor principal: educar. Ambos casos, aunque en contextos distintos, destacan la importancia de implementar tecnología con una visión estratégica, sostenida y adaptable a las necesidades locales, convirtiendo a la educación en un motor de cambio para las comunidades más vulnerables.
La iniciativa de la Unesco para guiarnos en este camino fue muy valiosa. Ofreció un espacio interesante para analizar cómo aplicar la tecnología de manera efectiva y equitativa en nuestro sistema educativo. Para muchos de los participantes, estoy seguro que esta experiencia nos invitó a reflexionar sobre el impacto a largo plazo de nuestras intervenciones. Agradezco la oportunidad de compartir mis ideas y mi análisis en un espacio tan valioso para el futuro de la educación. De mi lado, me queda muy claro que hay mucho camino por recorrer y no hay tiempo que perder. Debemos aprovechar, con carácter urgente, el fondo de conectividad que actualmente está disponible en la Super Intendencia de Telecomunicaciones, y velar porque esos recursos se aprovechen en beneficio de nuestra niñez y juventud. Ellos merecen ser parte de la revolución digital que vive nuestro mundo.
Ojalá todos los actores que participamos sigamos conectados y comprometidos en este esfuerzo, porque solo así podremos lograr una transformación real y duradera. Sin lugar a dudas, aplicar tecnología por el simple hecho de hacerlo no es suficiente. La clave está en cómo se integra de manera estratégica y con una intención pedagógica clara. Sin embargo, hoy en día, un sistema educativo sin tecnología no es una opción viable. Las experiencias en Colombia y México nos muestran que, cuando se implementa de forma adecuada y contextualizada, la tecnología no solo transforma el aprendizaje, sino que también puede ser un catalizador para el desarrollo sostenible e incluyente. La tecnología, bien dirigida, tiene el potencial de cerrar brechas, empoderar a los docentes, y preparar a las futuras generaciones para enfrentar los retos de sus comunidades y del mundo.