La semana pasada un ataque armado en Muxbal provocó un colapso vial absoluto en la ciudad. Durante el estancamiento me di cuenta que el tráfico no nos tiene estancados, sino más bien vamos en retroceso. Este permanente embotellamiento nos genera enormes retrocesos como país en temas de competitividad y generación de oportunidades. La falta de movilidad es grave, pero, además, es sumamente frágil. Es increíble cómo un pequeño incidente colapsa el sistema entero. Esta es la triste realidad del tránsito en Guatemala: cada vez peor, cada vez menos sostenible. Nos encontramos en un punto crítico donde debemos preguntarnos: ¿Qué acciones son viables en el cortísimo plazo para cambiar esta situación?
Estoy seguro de que todos nosotros hemos sufrido largas horas en el tráfico. Hemos vivido la angustia de llegar tarde, o incluso peor, no llegar. La preocupación de no poder movilizarnos en caso de una emergencia médica, la preocupación de ver cómo llega la hora de inicio de una importante reunión y no nos movemos ni un metro. En la última década, hemos visto cómo el tiempo que pasamos en el tráfico ha incrementado dramáticamente. Un viaje que hace algunos años podía tomar 20 minutos, ahora fácilmente puede tomar el doble o triple. De acuerdo con estimaciones recientes, los guatemaltecos pasan en promedio más de 50 minutos por viaje. Esta realidad no solo afecta nuestra productividad y economía, sino que también tiene un costo inmenso en nuestra calidad de vida. El estrés, la ansiedad y el tiempo perdido que podríamos pasar con nuestras familias son apenas la punta del iceberg.
Una parte fundamental de este problema radica en la infraestructura vial. Guatemala, a nivel nacional, cuenta con apenas 1.06 metros de red vial por habitante, una cifra alarmantemente baja si la comparamos con países como Costa Rica, que tiene 8.65 metros de red vial por habitante. Pero, si nos vamos al departamento de Guatemala, esta estadística es más preocupante. Apenas hay 25 cm de red vial por habitante, y 11 cm por habitante en el municipio de Guatemala. Esta falta de infraestructura ha convertido nuestras carreteras en embudos donde el tráfico se vuelve inaguantable e insostenible. Y, para agravar más la situación, la pandemia de Covid-19 llevó a muchos a comprar un vehículo personal, incrementando aún más la carga sobre una red ya colapsada.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Debemos enfocarnos en mejorar y expandir nuestra infraestructura vial, pero no solo con grandes proyectos. El ingeniero chileno Andrés Villaseca, consultor en Ingeniería de Transporte, especialista en manejo de tráfico, diseño vial y evaluación de proyectos de infraestructura, se encuentra en Guatemala visitando a Fundesa para indagar y explorar en estos temas. El ingeniero Villaseca ha estudiado la situación de nuestro país, y propone ciertos cambios que pueden crear mejoras increíbles y a corto plazo en temas de tránsito. Él dice que hay un conjunto de obras pequeñas que, si se implementan estratégicamente, pueden optimizar la circulación en la ciudad y generar beneficios significativos para los ciudadanos. Pequeños cambios, como la reconfiguración de intersecciones, la sincronización efectiva de semáforos, y la mejora de vías secundarias, pueden tener un impacto considerable.
Pero no podemos detenernos ahí. El transporte público debe ser una prioridad. Guatemala necesita un sistema de transporte público eficiente, accesible y seguro. Esto aliviaría el tráfico al reducir la congestión que generan los vehículos privados. Proyectos como el AeroMetro, junto con mejoras en el Transmetro y la implementación de más ciclovías, son pasos en la dirección correcta para un sistema de transporte público más integrado y funcional.
El problema con Guatemala es que el terrible tráfico y el déficit de infraestructura vial empeoran cada día que pasa. Por diversas razones el ritmo de contratación de obras no va al ritmo que el desarrollo del país exige. Debemos concentrarnos en optimizar la circulación de vehículos, mejorar drásticamente el transporte público con altos estándares de calidad, y asegurar una gestión vial decente, con semáforos que funcionen adecuadamente.
Es crucial que contemos con un Estado visionario, uno que planifique y actúe con con la velocidad que el país exige y que se prepare para lo que pueda venir, anticipándose a los problemas futuros. Además, es fundamental diferenciar entre los organismos planificadores y los organismos ejecutores, para ordenar de manera efectiva la creación de obra pública que realmente mejore el tránsito.
Además del tránsito, hay otro problema a nivel urbano que preocupa de sobremanera. Se trata del incremento de la pobreza urbana. Aunque la pobreza urbana no es necesariamente causada por el tráfico, ciertamente hay una interrelación entre la parálisis citadina y la generación de oportunidades. Las ciudades, que alguna vez fueron polos de oportunidades de superación, ahora se enfrentan a desafíos que amenazan su capacidad de ofrecer una mejor calidad de vida. La congestión y la falta de infraestructura adecuada son factores que contribuyen a la marginación y perpetúan la pobreza en las áreas urbanas. Si queremos que nuestras ciudades vuelvan a ser lugares donde las personas puedan prosperar, es esencial que abordemos de manera integral los problemas de movilidad y transporte.
El futuro de la movilidad en Guatemala depende de las decisiones que tomemos hoy. No podemos esperar más. Cada día que dejamos pasar sin actuar es un día más en el que el tráfico asfixia nuestras ciudades, nuestra economía y nuestra calidad de vida. Es momento de exigir cambios reales, de implementar soluciones audaces y de construir un país donde la movilidad sea sinónimo de progreso y bienestar para todos. ¡Cambiemos de velocidades y dejemos de ir en retroceso!