Nahualá vive un doloroso luto. El pasado 27 de junio, cinco jóvenes de este poblado en Sololá murieron asfixiados dentro de un tráiler abandonado en San Antonio, Texas. Tres de ellos eran menores de edad. Lo más triste es que, como esta tragedia, hay muchísimas otras.

Tragedia migrante en Texas: Nahualá llora las muertes de Juan Tulul y Jonny Tziquin

En los últimos meses ha habido un aumento en la cantidad de migrantes capturados en la frontera con Estados Unidos. El segmento que ha crecido en mayor proporción es el de los menores no acompañados. De enero a junio 2022, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos reportó un total de 46,697 guatemaltecos menores no acompañados detenidos, un incremento de 27 por ciento contra el año anterior.  Debe ser muy grande el nivel de desesperación de los padres para enviar a sus hijos solos.

 

Es preocupante que los jóvenes prefieran atravesar peligros innombrables, hasta la muerte, con tal de llegar al otro lado. Es inaceptable que no puedan alcanzar sus más profundos anhelos en la tierra que los vio nacer. Tenemos que hacer algo para cambiar esta situación, y lo tenemos que hacer ya. Habrán algunas medidas que se puedan y deban tomar en el corto plazo. Sin embargo, la única verdadera solución de largo plazo es fortaleciendo nuestro sistema educativo. ¿Por qué? Porque la educación abre oportunidades, la educación eleva la calidad de vida de toda la nación y la educación es la base fundamental del desarrollo.

 

La educación es la única forma de promover un verdadero cambio sistémico. A través de la educación se generan condiciones y oportunidades para toda la población. El contar con capital humano preparado permite optar a empleos de mayor complejidad y mayor valor agregado. A su vez, el incremento generalizado en productividad laboral dinamiza el crecimiento económico. Habrían más empresas, más empleos y mejores niveles salariales. Pero solo se puede generar capital humano preparado con educación de calidad; una educación que forme todas las competencias necesarias para enfrentar el mundo laboral del mañana. De hecho, el nivel educativo de la población es la variable más incidente en el desarrollo de una nación en el largo plazo. Según el Banco Mundial, los ingresos por hora de una persona aumentan 10 por ciento por cada año de escolarización.

 

Pero, el nivel de educación depende de: (i) la cobertura (el porcentaje de la población que tiene acceso a educación), (ii) los años de matriculación o escolaridad (el tiempo que, en promedio, la población tiene acceso a educación), y (iii) la calidad educativa (el conjunto de variables que determinan el aprendizaje logrado, una vez están acudiendo a la escuela).

 

La pandemia afectó estas tres variables debido al cierre de las escuelas y el limitado acceso a herramientas tecnológicas. Los pocos estudiantes quienes tuvieron acceso a estas herramientas tecnológicas sufrieron a nivel de calidad, por falta de conectividad, supervisión, experiencia con el modelo de educación híbrida, deficiencia de estrategias y metodologías en el aprendizaje a distancia, etcétera. Todo esto implicó un desaprendizaje significativo. Entendamos lo que desaprendizaje es: dos años después, los niños de tercero primaria no lograron el nivel de quinto primaria, y retrocedieron a niveles de segundo grado. La escolaridad promedio en Guatemala se redujo en 2 años, pasando de 6.7 años en promedio, a tan sólo 4.5 años en promedio, valor que no se presentaba desde hace más de 10 años en el país.

 

Lo que estamos enfrentando es una crisis de deserción escolar. Datos oficiales del Ministerio de Educación, de 2021 a 2022, indican que 1.7 millones de alumnos egresados de sexto primaria no se inscribieron a primero básico; 360 mil que salieron de tercero básico, tampoco se inscribieron a diversificado. ¿Qué pasa con ellos? Muchos deciden probar suerte y migrar de manera ilegal, o trabajar en el sector informal. Claro que podríamos corregir este daño, si logramos que estos jóvenes regresen al sistema escolar. Pero, de no regresar, el daño sería permanente e irreversible. En el mejor de los casos, sus ingresos a lo largo de todas sus vidas serán 20 por ciento menores de lo que podrían haber sido. Lo cierto es que les habremos robado gran parte de su futuro, ya que saldrán a probar suerte al mundo laboral sin tener las competencias mínimas necesarias.

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Entonces, ¿cómo corregir? Primero, hagamos un llamado a la reinscripción. Es importante que todos entiendan las implicaciones del abandono escolar. En paralelo, trabajemos en las estrategias remediales dentro de las escuelas para lograr recuperar el tiempo perdido. Pero todo depende de que los niños y jóvenes vuelvan a sus clases.

 

El futuro de nuestra sociedad recae en la educación de nuestras futuras generaciones. Pero, ante este panorama, nuestro futuro es incierto. Reconozcamos la gravedad de este retroceso y abordémoslo con el sentido de urgencia que amerita. Actuemos como si nuestra supervivencia dependiera de ello porque, en efecto, depende de ello. Necesitamos cambios acelerados para recuperar el tiempo perdido. De no hacerlo, veremos cómo perdemos a toda una generación de jóvenes, cuyas expectativas de calidad de vida retrocederán a niveles inferiores a los del siglo pasado.