Las mariposas son seres bellísimos. Nos deleitan con sus formas, vivaces colores y aleteos. Pero las mariposas no siempre son así de bellas, antes son orugas. Ellas atraviesan por un trabajoso proceso para llegar a ese punto. Durante esta metamorfosis, la oruga dedica todas sus energías a convertirse en una crisálida. Y dentro de la crisálida sigue empeñándose en lograr su transformación, hasta emerger como mariposa. Yo me pregunto, ¿creemos que Guatemala pueda llegar a transformarse en mariposa? O ¿Estamos condenados a permanecer como oruga?  

 

La psicología cognitiva y conductista habla de una herramienta llamada visualización creativa. Esta es una técnica cognitiva que se apoya en la imaginación para crear imágenes mentales en las que proyectamos nuestras metas y objetivos. Es decir, se visualiza la transformación que queremos como una realidad ya alcanzada. Con ello se logran cambios en el comportamiento que, a la larga, generan cambios positivos. Sin embargo, en Guatemala, parecemos ser un paciente deprimido y desganado. Nos reafirmamos a nosotros mismos todos nuestros males. “Así somos porque así nacimos”. “Así somos porque alguien más nos puso en esta desgracia”. La realidad es que así somos porque no hemos sido capaces de visualizar esa mariposa, esa Guatemala que tanto anhelamos. No hemos podido cambiar nuestro comportamiento para así alcanzar esa transformación.

 

Quiero ser muy claro. Esto no quiere decir que ignoremos que, hoy en día, seguimos siendo una oruga, con grandes retos frente a ella. Pero sí podemos visualizarnos como esa oruga que anhela transformarse y lograr esa metamorfosis. A pesar de los innumerables esfuerzos e intentos de transformación, la narrativa predominante en nuestra conciencia colectiva, reafirmada con tanta diligencia desde nuestros medios de comunicación, es que somos una oruga incapaz. Nuestras afirmaciones autodestructivas nos condenan a ser esa una oruga que fallece debajo del peso de su propia incapacidad de lograr esa transformación.

 

La decisión de lograr esa transformación, esa metamorfosis, es nuestra. El primer paso es reconocer, abierta y proactivamente, que debemos tomar y comunicar las acciones necesarias para lograr esa transformación. No podemos dejar de hacer lo que tenemos que hacer para mejorar en los aspectos que tanto urgen. Tampoco podemos esperar que alguien más haga esas difíciles tareas y acciones por nosotros.

 

El proceso de transformación no es fácil. Vale la pena reconocer los hitos que se van alcanzando en el camino para inyectar energías y mantener viva la imagen de la mariposa a la que aspiramos. Por ejemplo, el hecho que la tasa de homicidios es una tercera parte de lo que era hace tan solo 14 años; en temas de legislación, la aprobación de leyes como la Ley de Factoraje, la Ley de Leasing, Ley de Zonas Francas y la Ley de Simplificación de Trámites; en temas laborales, como los avances en el Convenio 175 de la OIT; en temas de infraestructura, la aprobación de la construcción de la carretera de Escuintla a Puerto Quetzal; por mencionar algunos avances.

 

Pero aún hay muchísimo por hacer. Somos una oruga que aún está lejos de convertirse en mariposa. Y, con tanta razón, nos ganamos el estereotipo de gusano. En especial, tenemos tareas pendientes en la lucha contra la corrupción y en la eliminación de prácticas de “Lawfare” que tanto daño le hacen a nuestro país.  Por otro lado, vale la pena hacer alusión a la reciente suspensión del foro del Consejo de Las Américas en nuestro país. Ese iba a ser un espacio para atraer a posibles inversionistas. Sin embargo, esta semana, fue suspendido. Esto es terrible para nuestra imagen, nuestra capacidad de atraer inversión y también para las perspectivas de generación de empleo. Ojalá este evento pueda darse en un futuro y que el daño a nuestra imagen pueda ser reversible.

 

Tenemos que empezar a creer en nuestra capacidad, en nuestra chispa y nuestro potencial. Tenemos que empezar a visualizar ese proceso de transformación, ese proceso de metamorfosis. Tenemos que empezar a afirmarnos como esa mariposa. Y después tenemos que hacer la ardua labor que implica transformarnos.

 

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