Vivimos en un país lleno de bondades. Nuestra ubicación geográfica es estratégica, contamos con inmensa flora y fauna, y poseemos el bono demográfico más grande de la región. Pero también enfrentamos una serie de retos muy grandes. Poca capacidad de atracción de inversión, fuga de talento hacia el norte, un sistema de justicia poco robusto, pobre infraestructura, entre otros. Necesitamos un plan transformacional que nos ayude a redireccionar este barco. Hoy este plan ya se encuentra en marcha.

Independientemente del gremio, región o tamaño, hacer negocios en Guatemala es difícil. Es complicado y peligroso hacer negocios entre el “impuesto de seguridad” que pagan las farmacias y tiendas de barrio, los narcotraficantes que invaden las fincas, la agobiante sobre “penalización” de casos sin agotar requerimientos previos o rutas administrativas alternas, la pobre calidad de la infraestructura necesaria para transportar insumos o productos, las extorsiones para poder distribuir en zonas rojas, la inoperavitidad de lo público para quien se rehúsa a “lubricar” los engranajes, la incertidumbre legal alrededor de las consultas y el vacío normativo para el empleo a tiempo parcial. Es heroico el esfuerzo por emprender ante estas condiciones y los inversionistas lo perciben. Durante décadas hemos sido incapaces de atraer más inversión extranjera. Afortunadamente hoy tenemos una gran oportunidad de cambiar esta cruda realidad.

Guatemala es un destino atractivo

 

Se trata del plan “Guatemala no se detiene”. Este es una estrategia público-privada para reactivar y acelerar el crecimiento de nuestra economía con el fin de crear mejores oportunidades para todos los guatemaltecos. La gran meta es generar de 2.5 millones de empleos para fortalecer Guatemala y habilitar un crecimiento económico inclusivo. El plan se basa en cuatro atributos: (i) una visión a largo plazo partiendo de acciones urgentes a corto plazo, (ii) un grupo multi-sectorial de actores aportando al mismo propósito, (iii) sesgo a la acción para que el plan no se quede en papel, (iv) ha sido elaborado de manera independiente y con alto rigor técnico.

 

Este plan ya está comenzando a tener importantes resultados. En lo que va del año, se ha logrado concretar más de US$450 millones en inversión, lo que representa alrededor de 7,000 nuevos empleos para habitantes de nuestro país. Los ingresos de divisas por exportaciones de servicios también han crecido. En el caso de los BPO’s y contact centers 46.8 por ciento, y de los Information Technology Outsourcing un 85 por ciento. Pero aún falta mucho recorrido. Para que este plan tenga éxito, tenemos que comprometernos con su ejecución y atender los grandes pendientes. Uno de ellos es el cuello de botella en nuestra cadena de seguridad y justicia, me refiero a las cortes. En ese sentido, el gran proyecto de su digitalización se incluye dentro del plan para lograr incrementar su eficiencia.

 

En un país con tantos retos, como el nuestro, los inversionistas no vendrán solo porque se les invitó. Tenemos que trabajar por mejorar nuestro clima de negocios. Sin un plan para atender las deficiencias históricas y sin visibilidad de avances en esa línea, no habrá inversión. La invitación es importante, pero la inversión no responderá sin pruebas fehacientes que las condiciones serán mejores a futuro.

Siempre nos quejamos de la situación y reclamamos la ausencia de un verdadero plan que nos lleve hacia el desarrollo incluyente. Hoy, gracias a grandes esfuerzos e inversiones, se cuenta con un plan sólido y con el debido respaldo técnico. El “debe haber” hoy es un hecho. Quizás no un plan perfecto pero el mejor que hemos tenido en años. La pregunta es: ¿Seremos capaces de dejar atrás nuestras diferencias y unir nuestras voluntades colectivas detrás de un plan? Asumiendo que logramos esa unión, ¿tendremos la firmeza para exigirle a los políticos que mantengan su compromiso con el plan y que verdaderamente logren su ejecución? El éxito dependerá de nosotros. ¿Quién se une?