Hoy es el tercer jueves de noviembre y se marca la celebración del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Me parece una tradición rica en simbolismo y significado, una tradición digna de emular. Marca el momento ideal para reflexionar, especialmente dado el estado de convulsión en que se encuentra nuestro país.

 

El primer “Thanksgiving” se llevó a cabo en noviembre de 1621, cuando los peregrinos en Estados Unidos decidieron celebrar la abundante cosecha de maíz. El Gobernador William Bradford invitó a miembros de la tribu Wampanoag a disfrutar de los frutos de sus esfuerzos. La tradición continuó de generación en generación, hasta nuestros días. En la actualidad, si bien no celebramos las buenas cosechas de manera literal, sí las celebramos en el sentido figurado. En el Día de Acción de Gracias celebramos a nuestra familia, lo recibido en el año, los aprendizajes, los logros, etcétera. Independientemente de su origen, vale la pena que todos adoptemos el espíritu de esta festividad. Sobretodo en momentos tan críticos como los que hemos vivido este 2020, con tanta polarización y tantos retos (una pandemia y dos tormentas tropicales, entre otros).

 

La gratitud es sumamente poderosa. Según la psicología positiva, la gratitud nos permite reconocer los aspectos positivos de nuestra vida (tanto pasados como presentes). La acción de agradecer resalta algo positivo en nuestras vidas y nos recuerda de aquellas cosas que nos generan satisfacción o que nutren nuestro propósito de vida. Por tanto, ser agradecidos puede transformar para bien nuestra propia vida.

 

Un año de grandes retos, como el 2020, nos demuestra con mayor claridad la infinidad de cosas que debemos agradecer. Yo me siento agradecido por los médicos, paramédicos y enfermeros que este año han hecho un sacrificio inmenso para resguardarnos a todos. También agradezco a todos los servidores públicos de nuestro país, los policías, los bomberos, los miembros del ejército, el equipo de la CONRED, al Aeroclub de Guatemala y demás personas que nos han cuidado durante estas emergencias.

 

Agradezco también a todos los guatemaltecos que se activaron en estos momentos críticos, en especial a los donantes que se solidarizaron con nuestros hermanos chapines y que han sacrificado mucho, sabiendo que otros están sufriendo más que ellos. Agradezco a las empresas que han implementado medidas para el cuidado de su personal y a todas aquellas que han llevado a cabo un esfuerzo titánico para preservar empleos, a costa de la rentabilidad de este año.

 

Agradezco a los docentes de nuestro país. Ellos han tenido que enfrentar retos inimaginables y aliarse de su creatividad e ingenio para cumplir con su importante labor. Sin duda, el 2021 vendrá con más retos y agradezco desde ya su esfuerzo por lograr un regreso a clases seguro y por implementar un modelo híbrido de educación. Agradezco también a los niños, por su paciencia y su resiliencia. Gracias por adaptarse a una “nueva” normalidad y por vivir una niñez tan diferente. Una niñez en la que, en lugar de salir a jugar y recibir los rayos de sol, tienen que permanecer encerrados, alejados de su escuela, amigos y familia.

 

En fin, para mí, hay tanto por lo que estoy profundamente agradecido. Ha sido un año de situaciones inimaginables, que me han dejado grandes lecciones de vida. El ser agradecido por esas lecciones me da otra perspectiva de las cosas. Me permite darme cuenta qué es lo que realmente importa. Independientemente de nuestras tradiciones o religión, los invito a hacer una introspección y a evaluar por qué cosas están agradecidos este año. Gracias. Es una palabra simple, pero poderosa. Inténtenlo. Escojan a 10 personas que se merecen un agradecimiento de parte suya. Seguramente les pondrán una sonrisa en el rostro, y ustedes mismos también habrá sonreído 10 veces. Un sencillo “gracias” puede cambiar muchas cosas y darnos esperanza de lo que está por venir.