Tras la agitación vivida en la reciente temporada electoral es oportuno tomar distancia para evaluar el proceso en sí mismo. Hay que decirlo: estas elecciones fueron atípicas. Es el momento indicado de revisar lo bueno y lo malo, así como también discutir sobre los cambios incorporados a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP). Cambios que, aunque fueron aplicados con buenas intenciones, en la práctica sus efectos fueron nocivos.

 

En ese sentido, es oportuno recordar que desde el proceso de consulta sobre el diferendo territorial con Belice, se vislumbraba un Tribunal Supremo Electoral (TSE) rebasado en sus capacidades. A pesar de las advertencias, se hizo poco por enmendar las deficiencias. Es por ello que es doblemente importante hacer esta pausa para discutir las necesarias correcciones del caso.

 

Afortunadamente las reformas a LEPP aprobadas en 2016, dejaron instalado un proceso de evaluación y revisión. Para ello, la ley manda la creación de la comisión de actualización y modernización electoral (Art. 256). Tras deliberar al respecto, la comisión presenta su propuesta de reformas. El TSE deberá determinar si procede hacer los cambios y elabora una nueva iniciativa de ley para presentar al Congreso. De esta manera se podría modificar la ley y fortalecer este importante proceso democrático para el 2023. En mi opinión, hay varias cosas que, necesariamente, debemos mejorar.

 

En general, este año los guatemaltecos tuvimos más oferta política pero mucho menos oportunidad para conocer a fondo las propuestas. Hubo menos debates, menos publicidad, descontrol en redes sociales, etcétera. En todo esto, los tiempos políticos estaban totalmente desincronizados.

 

Es inaudito que días antes de las elecciones, caigan acusaciones a ciertos candidatos. Por supuesto que esto es totalmente legítimo, pero no pasó en los tiempos correctos. Por tanto, debemos buscar mecanismos que aseguren ese proceso de depuración y de acusaciones antes de las elecciones, y no durante el proceso electoral. Se vedaron y se permitieron participaciones de forma arbitraria, y sin respetar los tiempos reglamentarios. No se aplicó un solo criterio de manera uniforme para depuraciones, ya sea por ser contratistas vigentes del Estado o por poseer convicciones previas. Hubo desorden y desinformación. Este año llegamos al punto en que, a pocos días de la contienda, no sabíamos qué nombres serían impresos en la papeleta. Esto es inaceptable.

 

Desafortunadamente, las reformas de 2016 a la LEPP provocaron aún más confusión sobre las normas aplicables. Asignaron al TSE nuevos roles y atribuciones que sobrecargaron sus capacidades. Se crearon nuevas unidades, como la unidad de medios, control de financiamiento y voto en el extranjero sin sus respectivas normativas, sin manuales de procedimientos y sin partidas presupuestarias. Un síntoma palpable de todo ello fueron las fallas en el sistema de transmisión de datos de la primera vuelta electoral. Sin lugar a dudas, estas fallas en el proceso dan cabida a muchas especulaciones y ponen en riesgo la credibilidad del TSE y de nuestra democracia.

 

Finalmente, un punto fundamental en toda esta discusión debe ser la institucionalidad de las organizaciones políticas. Ya no podemos seguir creando un nuevo partido por cada persona que aspira a la presidencia. Contamos con una cantidad exagerada de agrupaciones políticas pero de corta longevidad. ¿acaso no nos podemos poner de acuerdo para colaborar dentro de vehículos afines? ¿Cómo los fortalecemos? ¿Cómo los depuramos? Justo hace unos días el TSE anunció que iniciará el proceso de cancelación de al menos seis partidos políticos. ¿Cuál será el impacto en el Congreso a raíz de dichas cancelaciones?

 

Como país, necesitamos partidos políticos estables y de trayectoria. Partidos con valores y principios bien arraigados. Que sean instituciones que inspiren confianza y con quienes nos identifiquemos por sus propuestas e ideales. Además, necesitamos un TSE fortalecido y ejemplar, que sea una institución garante de nuestra democracia. Para ello, debemos restaurarle la confiabilidad. Recordemos que, sin una TSE fuerte, nuestro proceso democrático no puede ser exitoso, y sin democracia ¿qué será de nuestro país? Ojalá nuestras autoridades velen por los cambios que la LEPP necesita con tanta urgencia, para que prevalezca el orden democrático.