Como expliqué la semana pasada, en Shanghái ser maestro es un gran honor. Los docentes son respetados porque realizan su labor con total excelencia. Sin embargo, no están solos en esta hazaña. Así lo explica el informe “La enseñanza para el éxito: políticas docentes en Shanghái y lecciones para América Central” del Diálogo Interamericano.
Este y otros estudios demuestran que, para lograr la dignificación de los maestros, lo principal es implementar un buen marco de políticas docentes. Shanghái es ejemplo de ello. Según el Diálogo Interamericano, lo ideal es que estas políticas abarquen tres categorías: (i) preparar el campo para una enseñanza efectiva, (ii) atraer, contratar y retener a docentes talentosos y (iii) gestionar para un buen desempeño. Hoy me enfocaré en la primera categoría.
Algo que distingue a Shanghái es que toda la comunidad (padres, estudiantes, maestros y directores) tiene conocimiento de lo que los alumnos deben alcanzar. Los estándares existen, se respetan, se implementan y se supervisan. Lo opuesto sucede en países de nuestra región. Los perfiles de egreso de los alumnos no son concisos y, en ocasiones, no concuerdan con los perfiles de ingreso del año siguiente. Por ejemplo, muchos niños inician la primaria sin una base sólida en lecto-escritura porque la enseñanza en escuela pre-escolar es deficiente. Es por eso que la tasa de repitencia en primero primaria es de las más altas (20% en Guatemala).
En segundo lugar, en Shanghái las obligaciones de los maestros están bien establecidas, por lo que el tiempo en el aula se respeta. Se valora la preparación de clases, fundamental para la enseñanza eficaz. Un docente dedica 20 horas de la semana (la mitad del total que trabaja) a planificar, preparar lecciones, calificar y corregir, y velan por maximizar las oportunidades de aprendizaje en el aula. El número de días escolares obligatorios es 200 y la duración de la jornada escolar es dos horas más larga que en países centroamericanos.
A diferencia de países como el nuestro, cumplir con los días mínimos de clase no es una aspiración, sino una obligación, y el ausentismo es un reto mínimo. En Centroamérica, la pérdida de días efectivos de clase es un problema crónico. Además, los maestros enfrentan dificultades para aprovechar el tiempo dentro del aula. Muchos deben hacerle frente a responsabilidades administrativas y pierden el enfoque en la instrucción. Por ejemplo, en Honduras el 64% del tiempo en clase se utiliza para instruir, mientras que en Shanghái un 86%, un punto porcentual arriba del estándar internacional.
Por último, parte fundamental de la preparación del campo para una enseñanza efectiva es contar con docentes bien preparados. En Shanghái los maestros cuentan con título universitario (4 años), certificaciones en pedagogía y preparación según su materia de instrucción. Todos atraviesan por un período de prueba antes de ser contratados y, en su primer año de labores, dedican la mitad de su tiempo a capacitaciones en ética, pedagogía y diseño de actividades estudiantiles.
Las políticas de Shanghái nos dejan lecciones que podemos replicar. Es de aplaudir que contamos con un sistema de monitoreo de cumplimiento de días de clases efectivos y también podemos celebrar pequeñas victorias en cuanto formación docente, pero aún tenemos mucho por hacer. Debemos comenzar por fortalecer los aspectos que les presenté hoy.