En Guatemala nos hemos olvidado de los problemas que realmente importan. Los temas mediáticos han desplazado la importantísima agenda integral de desarrollo de país. De esa agenda, quizá el tema más trascendental y más descuidado es la desnutrición crónica infantil (DCI).

 

Somos el país con la mayor tasa de DCI (47 por ciento) en la región. Son 8 millones de personas (adultos y niños) que sufren algún grado de este flagelo. El daño que viven a nivel cerebral, físico y emocional, es de por vida e irreversible. La DCI es un problema multicausal, abarca un sinfín de aspectos como falta de piso, poco acceso a agua limpia, poco conocimiento de hábitos de higiene, etcétera. Por ello, aún siendo una familia humilde, con hábitos de alimentación y de higiene adecuados, además del seguimiento y monitoreo correcto, es posible dejar atrás la DCI. Tal es el caso de Perú.

 

Entre 2008 y 2016, Perú redujo la tasa de DCI en 15 puntos porcentuales, de 28 por ciento a 13 por ciento. Esto significa que más de 500 mil niños peruanos vencieron la DCI. ¿Cómo fue esto posible? Perú logró que todos los actores clave adquirieran un compromiso de largo plazo para así poder superar este reto. Implementaron iniciativas que cambiaron la cultura de sus habitantes, los empoderaron con información de valor (hábitos de higiene, educación, estimulación temprana, entre otros) que los ayudó a transformar por completo el futuro de sus familias. El resultado fue toda una generación salvada de la DCI. Han logrado vencer el estigma de que los latinos somos bajitos por genética. En realidad, somos bajitos porque estamos desnutridos.

 

Con ánimos de concientizar sobre tales buenas prácticas, el Banco Mundial (BM), junto a Plaza Sésamo, recientemente lanzó en Guatemala la campaña “Niñez con Futuro”. Allí se abordaron temas como el saneamiento de aguas, la importancia de los primeros mil días de vida, entre otros. Cabe mencionar que el BM ha apoyado esta lucha de diferentes formas. Hoy está pendiente la aprobación de un préstamo de $100 millones para implementar su programa “Crecer Sano”, cuyo objetivo es mejorar las prácticas, servicios y comportamientos reconocidos en la DCI.

 

En Guatemala los esfuerzos para erradicar este flagelo han sido innumerables, pero su impacto ha sido casi nulo. Así como lo hizo Perú, nosotros también necesitamos abordar este problema de manera integral. Es importante que se tiendan puentes de colaboración entre los guatemaltecos de todos los sectores para focalizar esfuerzos. No se trata de un problema aislado, es una situación que nos afecta a todos. La DCI nos impide convertirnos en la nación que soñamos al ser causa y consecuencia de la pobreza al mismo tiempo. El apoyo del BM puede ser de sumo valor, pero es necesario aprovechar los recursos y coordinar las iniciativas ya existentes. ¿Se imaginan el impacto que podríamos generar si todos nos unimos buscando el mismo fin?

 

Por ejemplo, ¿qué pasaría si los más altos ejecutivos de las empresas de telefonía móvil del país se reunieran con actores clave (gobierno y sociedad civil) para lanzar una plataforma móvil de educación sobre nutrición? ¿Qué pasaría si, a través de mensajes de texto gratuitos, se informara al 100 por ciento de las madres sobre cómo prevenir la DCI desde el embarazo, se les ayudara a tomar mejores decisiones sobre qué alimentos darles a sus hijos y se les educara sobre buenas prácticas de higiene y sobre recetas nutritivas y asequibles a su bolsillo? Les dejo la idea para que la meditemos juntos, o bien, les lanzo el reto. Todo sea por una niñez con futuro.