Hace 20 años, el gobierno de Guatemala y la URNG suscribieron una docena de acuerdos que pusieron fin a la guerra y decretaron la paz “firme y duradera”. Con ello se dio paso a una nueva era en nuestro país, y se puso punto final a más de tres décadas de sangriento conflicto. Veinte años han pasado desde esta firma, y pareciera que algunas heridas de este enfrentamiento siguen estando abiertas y que aún quedan muchas tareas inconclusas.

 

Los compromisos adquiridos en los acuerdos son claros y concisos, en buen chapín, “no hay pierde”. Hoy, 20 años después, debemos pasar de simplemente repetir el discurso, a la consecución de las metas ya trazadas. Ojalá que tras estas dos décadas de construcción de confianza y renovación generacional, podamos pasar del “qué” al “cómo” de una vez por todas. No es secreto que muchos de los contenidos de los acuerdos siguen sin cumplirse y que hay muchos objetivos pendientes.

 

Es preciso que pongamos en la mesa esta discusión, especialmente para que la población joven, se involucre para direccionar sus esfuerzos de mejora de país hacia la obtención de las metas que indican los acuerdos. Debemos actualizar y construir sobre la agenda que en algún momento se planteó, específicamente en temas como: (i) el acceso universal a la justicia y la aplicación de reglas parejas para todos, (ii) una discusión integral sobre las finanzas del Estado y la priorización del gasto público, y (iii) la protección de los derechos humanos de cada ciudadano.

 

En ese sentido, me parece que un ingrediente para lograr los acuerdos es resolver el tema fiscal. Existe un menú de alternativas viables que debemos de considerar y dialogar como país, pero ciertamente pasa porque todos asumamos nuestro compromiso como ciudadanos, aportando como debe ser al erario público. Actualmente las limitaciones presupuestarias restringen la capacidad de invertir en áreas prioritarias tales como salud y educación. Los recursos del Estado son insuficientes para cubrir las necesidades básicas de la población, por lo que debemos abordar esta temática de manera integral y para que cada quién, desde su lugar, asuma los compromisos que le corresponden.

 

En el 20 aniversario de la firma de la paz, es oportuno hacer un alto en el camino para reflexionar sobre el rumbo de nuestro país. ¿Qué estoy haciendo yo para honrar los acuerdos firmados aquél diciembre de 1996? ¿Cómo estoy colaborando con mis conciudadanos para sanar las heridas que el conflicto dejó? ¿Cómo estoy dándole el espaldarazo que necesita mi país, para salir del círculo vicioso del revanchismo? ¿Colaboro con el erario público como me corresponde? ¿Pago mis impuestos según la ley? ¿Soy buen vecino en mi cuadra? ¿Cumplo con las normas mínimas de convivencia social?.

 

Es innegable que el libro de nuestra historia contiene un capitulo oscuro donde nos enfrentamos guatemaltecos contra guatemaltecos. Hoy tenemos la oportunidad de escribir los siguientes capítulos, no replanteando el conflicto, sino escribiendo nuevos capítulos totalmente distintos a los anteriores. Con una actitud revanchista solo estamos tiñendo los siguientes apartados de nuestro libro con la tinta del odio y resentimiento de esa época oscura. Se empiezan a ver profundos cambios estructurales en nuestro país, pero no podemos dejar pasar la oportunidad de consolidarlos. Somos guatemaltecos y nos vio nacer la misma patria, para consolidar los cambios que el país necesita y alcanzar estas metas, debemos trabajar unidos y dejar atrás esta oscura historia de enfrentamiento.