Grecia vuelve a estar en el ojo del huracán. Su crisis está plagada de irresponsabilidad política, cinismo, corrupción y despilfarro. La imagen de Grecia que tenemos en mente, origen de la civilización occidental, el pensamiento filosófico, arte, etcétera, no se parece en nada a la Grecia de hoy. ¿Irá nuestra querida Guatemala por el mismo camino?

 

Los países quiebran por flujo, y no simplemente por endeudamiento. Grecia es un claro ejemplo de ello. El origen de la crisis es un desbocado e insostenible sector público que incrementó de forma brutal su gasto. Grecia disparó el gasto real por habitante en más de un 60%, financiando dichos costos operativos con emisión de deuda. La fuente de deuda parecía ser inagotable llevando al país a niveles del 177.10% del Producto Interno Bruto (2014). Los limitados ingresos fiscales no alcanzan ni siquiera para pagar el servicio de la deuda, mucho menos para pagar los servicios básicos del Estado.

 

Lo cierto es que los países quiebran al endeudarse más allá de su capacidad real de cobrar impuestos para cumplir con todos sus compromisos. En Guatemala, aunque no tenemos los niveles de endeudamiento de Grecia, podemos llegar a una situación donde los ingresos fiscales no alcanzarán para cubrir las necesidades de flujo. El incumplir los pagos de la deuda externa tendría consecuencias gravísimas.

 

El que se destapen casos de corrupción debería ser motivo de júbilo. Ojalá lleguen a consecuencias firmes en las cortes para que sirvan de precedente y que se desmotive el enriquecimiento a través de la participación política. Sin embargo, las cifras de recaudación parecieran indicar que hay quienes están usando dicha evidencia de corrupción para excusarse de su obligación de contribuir al fisco. La existencia de corrupción no es una razón ni motivo válido para dejar de pagar impuestos, sino que es una razón para exigir que se utilicen los impuestos que sí pagamos para redoblar los esfuerzos del sistema de justicia hacia la búsqueda de condenas.

 

Sin ánimo de ser escandaloso, es importante puntualizar que el nivel de caja del gobierno será insuficiente para terminar el año. Es imposible ignorar que: (i) la estimación de disponibilidad de recursos de caja para fin de año es de Q1,800 millones, la más baja de los últimos 15 años; al final del último año del gobierno anterior (2011), esta disponibilidad era más del doble que la actual, y en 2007 era 5 veces más. (ii) El gobierno programó gastos suponiendo que los ingresos iban a crecer un 10%. Sin embargo, la recaudación total hasta junio incrementó únicamente un 2% respecto al año pasado. La recaudación de ISR disminuyó 3.3% y la de IVA sobre importaciones disminuyó 4%. Y (iii) se estima que la carga tributaria será de 10.3% del PIB, la más baja desde el 2009 (año de la crisis estadounidense). Aun si suponemos que no habrá una erosión adicional por personas que decidan dejar de contribuir a la luz de los escándalos de corrupción, este gobierno está desfinanciado. De no implementar medidas correctivas, llegaremos a enfrentar una crisis de insuficiencia de recursos.

 

Tomemos un par de lecciones de la tragedia griega. Cerca del 25% de los griegos estaban empleados por el Estado, con pensiones mucho más jugosas que las de países ricos. Los líderes de gremiales gozaban de una doble o triple pensión con la posibilidad de retirarse a los 50 años de edad. Los políticos griegos aprovechan los pactos colectivos como un mecanismo para comprar votos, causando graves distorsiones a la economía. Debemos de tomar lecciones de lo acontecido en Grecia y dejar de permitir que se usen los pactos colectivos para la compra de votos y voluntades. Debemos de impedir que se otorguen prebendas sin tan siquiera el simple criterio de suficiencia presupuestaria.

 

Todos los años gastamos más de lo que ingresa. La solución, cómo lo fue en Grecia, ha sido buscar endeudamiento adicional para tapar el hoyo. No estamos recaudando los impuestos suficientes para cubrir el aparato de gobierno que tenemos hoy, mucho menos para el que pretendemos tener. La insuficiencia de recursos y las rigideces presupuestarias son grandes limitantes pero no son las únicas. La falta de transparencia y la poca capacidad de ejecución contribuyen a que el gasto sea ineficiente y de mala calidad.

 

La cruda realidad es que el Estado de Guatemala nunca ha funcionado a un nivel óptimo. Ciertamente hay oportunidades para enormes eficiencias en lo estatal. Lastimosamente esas eficiencias requieren liderazgo y voluntad política para que se lleven a cabo, condiciones inexistentes en el actual escenario político. Por consiguiente, visualizo como ineludible el que tendremos que tomar medidas de emergencia para ampliar nuestra base tributaria, asegurar un mayor cumplimiento fiscal, gravar los ingresos personales, etcétera. Además, debemos asegurar que el presupuesto 2016 sea elaborado con cautela y de la forma más conservadora posible, todo con el afán de mejorar un poco la situación de las finanzas públicas. También es necesario que se implementen medidas inmediatas de transparencia, racionalización y priorización de gasto. Quizás lo más importante sea fortalecer la administración tributaria, lo cual conlleva una reestructuración de la SAT.

 

La actual administración está haciendo malabares para llegar al 14 de enero. La ingrata sorpresa será para quien asuma la próxima presidencia ya que anticipo que va a recibir una caja en cero y una situación donde los ingresos no alcanzarán para cumplir con las operaciones más básicas de gobierno. Debemos exigir la depuración de la corrupción. En paralelo, debemos velar por que el flujo alcance para cumplir con nuestras obligaciones como país.