Guatemala está cambiando gracias a su ciudadanía activa. Uno de nuestros deberes como ciudadanos es exigir las reformas estructurales que nuestro país necesita. Entre esas reformas estructurales, se encuentra la Ley Electoral y de Partidos Políticos. La gran pregunta es, ¿cómo?.

 

La semana pasada los magistrados del TSE presentaron ante el Congreso una solicitud para que, de manera urgente, se aprueben reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP). La Magistrada Gloria Porras expresó que los recientes sucesos han obligado a los magistrados a “reflexionar y evaluar” sus acciones. A paso seguido, el Congreso de Guatemala instauró, el 28 del pasado mes, mesas de trabajo para conocer y discutir el conjunto de reformas. Sin duda alguna es de aplaudir que nuestras autoridades estén tomando en cuenta el clamor del pueblo. De hecho, representantes de los tres poderes del Estado afirmaron que las reformas a esta ley son urgentes, puesto que se debe respetar “ la voluntad” de la ciudadanía.

 

No obstante, es de suma importancia que los ciudadanos nos involucremos. Debemos conocer y analizar de qué se trata esta propuesta de reformas, sobretodo cuando se refiere a una ley tan fundamental como la LEPP. La propuesta del TSE se basa en cuatro ejes: (i) financiamiento público de los partidos políticos, (ii) la democratización de las agrupaciones, (iii) el fortalecimiento del TSE y (iv) la reelección de diputados y corporaciones municipales. Es importante escudriñar qué hay detrás de estos cuatro ejes para comprender a fondo qué conllevan dichos cambios.

 

Según el análisis de ATAL, aunque es urgente aprobar reformas que viabilicen el correcto desarrollo de las próximas elecciones, es necesario que éste sea un proceso gradual y continuo de adaptación. Se debe comenzar por aquellos cambios que sean más urgentes y dejar para una siguiente etapa los temas que aún requieren profundidad en su análisis técnico o que aún no gozan de un amplio consenso. Las reformas actualmente en discusión contienen una serie de elementos positivos, que ayudarán a resolver problemas que amenazan el desarrollo ordenando del proceso electoral. Sin embargo, contienen propuestas que pueden llegar a ser problemáticas, entre ellas el ilimitado financiamiento público y la carga que esto representaría para las arcas del Estado, la introducción de un sistema de cuotas por género y etnia, la introducción de un modelo rotativo para la presidencia del TSE, fallas en el esquema para permitir el voto de guatemaltecos en el extranjero, por mencionar algunos.

 

No debemos simplemente correr por aprobar algo cuando aún hay detalles que afinar. En Venezuela el clamor por el cambio y el repudio contra la corrupción los llevó a elegir a Chávez, quien fue más corrupto que sus antecesores y destruyó el sistema Republicano de pesos y contrapesos. Por esa misma razón, es fundamental prestar muchísima atención al contenido de esta ley y no simplemente correr a aprobar un encabezado.

 

Si queremos lograr los cambios estructurales que nuestro país requiere debemos ser sabios al definir y administrar el proceso de cambio. El ingrediente fundamental del proceso se llama diálogo. Los antiguos griegos le llamaban ágora a las asambleas ciudadanas que se llevaban a cabo en sus plazas públicas. Con el paso del tiempo, dicho concepto llegó a aplicarse a todo lugar de reunión y discusión. Para lograr un efecto de verdadera comprensión y profundidad multidisciplinaria, es necesario realizar la discusión en clima de ágora; es decir, en esa atmósfera donde se escucha, se aprende de lo que los demás piensan y se consigna sobre lo discutido.

 

Sin ágora, cualquier cambio que se lleve a cabo será superficial y transitorio. Como sociedad, debemos buscar esos espacios de diálogo para consensuar los pormenores de cómo se mejora el país. El “qué” quizás está claro pero muchas veces aún no nos hemos puesto de acuerdo y chocamos en el “cómo”. Guatemaltecos, no tengamos miedo de nuestras diferencias ni de expresarnos a través del diálogo. Debemos dejar la desconfianza en el pasado y promover, con sentido de urgencia, esquemas que permitan llegar a grandes consensos nacionales. Si no construimos espacios en ágora, el sueño de un mejor país seguirá siendo un sueño utópico.