La cuestión fiscal es una pieza clave para lograr un adecuado funcionamiento de cualquier Estado.  Guatemala no es la excepción y desde hace varios años sufre una crisis por la insuficiencia de recursos disponibles en las arcas del Estado.

 

Según nuestra propia SAT, la Cultura Tributaria se define como el conjunto de valores, creencias y actitudes compartido por una sociedad respecto a la tributación y las leyes que la rigen, lo que conduce al cumplimiento permanente de los deberes fiscales. Es un compromiso social que se auto refuerza con el cumplimiento de la legislación fiscal aplicable a través de nuestros comportamientos cotidianos.

 

Es de aplaudir que la recaudación en términos nominales ha incrementado más de 110 por ciento en los últimos diez años, pasando de Q22,000 millones en 2004, a Q46,000 millones en 2013. Sin embargo, durante este período, la recaudación respecto al PIB se ha mantenido alrededor del 11por ciento, la tercera más baja de Latinoamérica y cifra que a todas luces pareciera ser insuficiente para sostener las necesidades presupuestarias de educación, salud, seguridad e infraestructura.

 

Es importante reconocer que en el país existe una fuerte cultura tributaria en el sector privado formal.  Tan solo 493 empresas formales representan más del 70 por ciento de las contribuciones y retenciones fiscales. Sin duda, estas empresas no representan el 70 por ciento de la economía de nuestro país. Al contrario, el 70 por ciento de la economía de nuestro país se desenvuelve bajo el mando de la informalidad y donde no puede verse ni la sombra de una cultura de tributación.

 

El Impuesto Sobre la Renta recaudado alcanza el 3.1 por ciento del PIB, siendo en su mayoría lo aportado por las personas jurídicas o empresas formales (89 por ciento), mientras que solamente el 11 por ciento es aportado por personas individuales. Dada una escasa aportación al ISR desde las personas individuales y dado el predominio de la informalidad, la tributación del país descansa predominante (52 por ciento) en la recaudación a través del IVA. Esto, a pesar que la tasa del 12 por ciento en Guatemala es la tercera más baja entre los 18 países latinoamericanos. En 2013, el IVA recaudó lo equivalente a un 5.7 por ciento del PIB.

 

Del IVA recaudado, el 56 por ciento proviene del IVA sobre Importaciones. El flagelo del contrabando y la defraudación aduanera, roba recursos de las arcas del estado. Esto no es noticia, lo que sí es notorio es que es un problema creciente. Aunque las importaciones del 2013 crecieron tanto en monto (3.0 por ciento) como en volumen (5.4 por ciento), el IVA sobre Importaciones creció tan solo 0.2 por ciento. A lo largo de los últimos 5 años, el IVA cobrado sobre las Importaciones declaradas se ha reducido de 10.3 por ciento a 9.9 por ciento, ilustrando claramente la creciente erosión en aduanas.

 

No podemos obviar que los recursos fiscales serán un ingrediente fundamental para luchar contra las limitantes vinculantes a nuestro desarrollo: (i) la desnutrición crónica, (ii) la opacidad gubernamental, (iii) la inseguridad, (iv) la impunidad e (v) importantes carencias en infraestructura. Si queremos que el gobierno tenga suficientes recursos para superar estos obstáculos, debemos ir migrando nuestros comportamientos para desarrollar una cultura tributaria a nivel nacional.  Seguramente hay grandes oportunidades en la calidad de gasto pero es con sentido de urgencia que el país debe reconocer que se deben implementar soluciones integrales para atender estas deficiencias.

 

Como ciudadanos tenemos un rol fundamental en promover el desarrollo de nuestra Cultura Tributaria, desde hasta la decisión de comprar productos de origen ilícito hasta la disciplina de pedir factura en cada compra. Apoyemos además iniciativas que reduzcan el costo y tramitología para abrir una empresa y que motiven a más empresarios informales a migrar a la formalidad. Como ciudadanos tenemos en nuestras manos pequeñas decisiones cotidianas de gran impacto y beneficio a nuestro país. La Cultura Tributaria no es responsabilidad de SAT, sino de cada uno de nosotros.