Por Raúl Alas / Sociedad de Plumas para El Periódico
Hace unos meses escuché en una conferencia sobre Responsabilidad Social Empresarial, lo importante que es escribir una nueva “narrativa” que permita a los protagonistas superar los conflictos sociales y convertirlos en oportunidades de transformación social. La frase venía a cuento por el proceso que está siguiendo Colombia para resolver favorablemente el tema de la minería, que a lo largo de los últimos años ha enfrentado a empresas, organizaciones ecologistas y entidades públicas.La idea es sencilla, pero al mismo tiempo profunda, pues implica que todos los involucrados se den la oportunidad de conocer el problema, pues cuando este no se conoce se deja espacio para el miedo, el cual impide encontrar espacios de contacto y deja instalada una “narrativa” perversa en esta fase. Por eso, al identificar el contexto de la situación y conocer el problema, se derivarán rutas de solución entre todos los implicados.
A partir de este punto de encuentro, se puede empezar a construir una “narrativa” que genere un espacio o ventana de oportunidad, para emprender el proceso de diálogo y arribar entre todos a una transformación del planteamiento original. Por eso, decía como ejemplo el conferencista, que la persona que tiene buena voz tiene oportunidad para cantar bien, y si la perfecciona en un conservatorio crea una promesa de valor que potencia su ventana de oportunidad, pero si solo la utiliza para gritar en la calle o cantar en el baño, esta oportunidad se convierte en desgracia.
Volviendo al tema de la minería en Colombia, fue preciso emprender en la Mesa de Diálogo Permanente, un proceso conjunto de composición de una nueva narrativa, que permitiera pasar de la minería como daño a la minería como riesgo, y luego, de la minería como riesgo a la minería como oportunidad. Esto no es un proceso fácil ni automático, pues requiere de la mejor voluntad de las partes para encontrar opciones de solución a los obstáculos que se van presentando en el camino.
En todo caso, el mero hecho de identificar los riesgos, ya implica conocer su existencia. Por lo consiguiente, a mayor conocimiento de un riesgo mayor capacidad de preverlo, y de esta forma, saber anticiparse a sus consecuencias.
En este sentido, en Guatemala se maneja una narrativa para determinados temas, que en muchos casos es sesgada, parcializada e ideologizada, lo cual nos impide seguir adelante para encontrar nuevas soluciones a problemas añejos o de coyuntura. Por lo tanto, las posibilidades de poner en práctica esta idea, nos permitiría como sociedad redactar un “nuevo guion” para configurar una realidad nacional más coherente.
Pero eso se puede lograr, en la medida que haya suficiente voluntad de los principales liderazgos del país para apartar el miedo, la sospecha y el prejuicio que nos tenemos entre sí. Porque de qué sirve hablar de proyectos e iniciativas nacionales, si antes no hay apertura y buena disposición interna para apoyarlos con espíritu constructivo.
Por eso, es fundamental tender puentes que faciliten la comunicación entre los principales actores que inciden en la realidad nacional. Es verdad que en ciertos casos, prevalecerá la desconfianza y los antagonismos históricos con algunos sectores, por lo que se torna preciso encontrar puntos de coincidencia.
En definitiva, lo que se busca es tener una base común para el diálogo intersectorial, en el que se aporten propuestas de solución a los problemas que el país enfrenta. Solo definiendo una nueva “narrativa”, los guatemaltecos podremos superar nuestras diferencias y definir una ruta clara hacia el desarrollo humano y la paz social. El desafío no es sencillo, pero es necesario dar los pasos para lograrlo, pues las nuevas generaciones merecen la oportunidad de un mejor futuro.