Muchas de las rebeliones sociales, desde París (1968) hasta las más recientes de Egipto y Túnez (2011) comparten el ingrediente común de una juventud que carece de oportunidades básicas, en particular educación y empleabilidad. Nuestra pirámide demográfica exhibe un “bulto juvenil”, donde el 30 por ciento de la población se encuentra entre los 15 a 29 años.

La iniciativa Guatemaltecos Mejoremos Guatemala (GMG) estima que la economía nacional solo generará 500 mil empleos de los 2.5 millones de plazas que se requieren para hacer frente a esa ola de juventud que ingresará a la fuerza laboral en los siguientes 10 años. Por ende, la situación de desempleo juvenil empeorará rápidamente. La propuesta de GMG que aparece en www.mejoremosguate.org ofrece iniciativas concretas para cerrar esta brecha.

Sin embargo, la ecuación para “equilibrar” nuestro país depende de otra variable. No solo es necesario que las empresas generen plazas de trabajo, sino que nuestros ciudadanos necesitan tener las competencias básicas que les permita la empleabilidad. Y aquí la limitante del aprendizaje de esas competencias básicas en nuestro país se llama calidad educativa.

¿Cómo elevamos la calidad educativa? El techo teórico de la calidad educativa lo define la calidad del maestro. Menos del 40 por ciento y 60 por ciento de los maestros pasan las pruebas básicas de matemáticas y lectura, respectivamente. ¿Cómo se puede pretender enseñar si no se conocen tan siquiera los contenidos mínimos? Programas como la profesionalización docente y la iniciativa de elevar la formación docente a nivel universitario no pueden ser aplazados. Carolina Roca, compañera Ajkem Tejedora, ofreció en esta columna un camino complementario por medio de la certificación voluntaria de maestros.

La segunda intervención ineludible para mejorar la calidad educativa es la medición. Países reformadores como Chile, Colombia y Brasil han mejorado sus sistemas al exigirse la evaluación de absolutamente todos sus alumnos y todos sus docentes, todos los años.

Finalmente, plantearía la implementación de la tecnología como herramienta para acelerar estos procesos de cambio y aprendizaje. Un estudio reciente de la Fundación Sergio Paiz (FunSEPA) demuestra cuantitativamente cómo el correcto aprovechamiento de la tecnología incide positivamente en la calidad educativa.

Debemos de promover los cambios en las condiciones de educación y empleabilidad.

Nota: este artículo fue publicado el 23 de agosto de 2012 en diario El Periódico de la ciudad de Guatemala