El controversial Elon Musk está cambiando la manera de hacer las cosas en Estados Unidos. El empresario visionario ha liderado  DOGE (Department of Government Efficiency), una entidad que ha puesto en marcha un plan agresivo para lograr ahorros millonarios. Una de las tácticas que ha utilizado es enviar mensajes a miles de funcionares públicos con una pregunta sencilla: ¿Qué logró la semana pasada?. Con esto, Musk y su equipo han hecho descubrimientos impresionantes sobre el desperdicio de recursos, ineficiencias burocráticas y estructuras gubernamentales obsoletas que derrochan recursos sin rendir.

En poco tiempo, DOGE ha logrado la cancelación de contratos innecesarios, la identificación de edificios públicos vacíos y sin uso, y ha detectado esquemas masivos de fraude en el seguro social que, de ser comprobados, podrían revelar redes de corrupción y manipulación electoral.

¿Qué pasaría si en Guatemala hacemos lo mismo que está haciendo Musk con todos los trabajadores de nuestro aparto público? ¿Qué nos contestarían? Estoy seguro que descubriríamos muchas ineficiencias, fallas estructurales y mecanismos oxidados que entorpecen el funcionamiento del Estado.

En Guatemala no basta con un esfuerzo tipo DOGE. Necesitamos un esfuerzo tipo DOGE². Uno que, además de eficiencias, busque la efectividad del aparato público. Un esfuerzo agresivo que se atreva a romper la inercia institucional y que nos permita ver claramente qué está funcionando y qué no. Basta ya de defender la mediocridad y la dejadez como si fueran inevitables.

Lamentablemente, en nuestro país, nuestras legítimas quejas sobre la efectividad del gobierno, últimamente han desembocado en bloqueo tras bloqueo. En las últimas semanas los ciudadanos hemos sufrido las consecuencias de sin fín de bloqueos en diferentes partes del país. Aunque muchas de las demandas son totalmente legítimas y válidas (salud, educación, infraestructura, entre otros), esa no es la forma. Los bloqueos son ilegales y contraproducentes, y van en contra de los intereses de la mayoría de la población.

Peor aún, muchos de estos bloqueos parecen estar organizados por grupos inescrupulosos que quieren desestabilizar. El famoso “acarreo”, ha sido evidente. Parece que se ha vuelto la norma “bloquear por bloquear”, generando malestar en toda la población, desde la locomoción interrumpida hasta la afectación del bolsillo de cada uno de nosotros.

No me cabe duda que los bloqueos buscan que el gobierno despierte y reaccione. Que empiece a hacer lo que se supone que un gobierno debería de hacer, que entregue los servicios de salud, educación, seguridad, infraestructura que nosotros, los ciudadanos, pagamos con nuestros impuestos.

Manifestarse es un derecho. Exigir lo que nos corresponde también lo es. Pero debemos preguntarnos si el medio que estamos utilizando realmente está provocando el cambio que buscamos. ¿A quién perjudica más un bloqueo? ¿Al burócrata que no cumple con su trabajo, o a la madre que necesita llevar a su hijo al hospital? ¿Al político ausente o al estudiante que pierde clases porque no puede llegar?

Los bloqueos, lejos de movilizar soluciones, inmovilizan a una población que ya carga con suficientes obstáculos. Y lo peor es que, cuando los fines legítimos se mezclan con intereses oscuros, se pierde el foco, se desvanece la credibilidad y se genera división.

Necesitamos algo distinto. Necesitamos un mecanismo de queja que ponga de rodillas al gobierno y no a toda la población. Necesitamos auditar y rediseñar el sistema para que genere los resultados. Necesitamos preguntarle a cada trabajador del aparato estatal lo mismo que preguntó Elon Musk: ¿Qué logró la semana pasada? ¿Cuál es su impacto? ¿Cómo mide su eficacia? Solo así podremos rediseñar el sistema para que sea funcional.

Por eso, Guatemala no necesita más bloqueos. Guatemala necesita un esfuerzo tipo DOGE… o mejor aún, un esfuerzo DOGE², buscando eficiencias y efectividad. Un movimiento imparable que, en lugar de detener el país, lo ponga a andar. Que cuestione, que exija y que vigile. Regresemos a la plaza, no para paralizarla, sino para encenderla con ideas, propuestas y liderazgo. Siguiendo el ejemplo de Musk, no se trata solo quejarse, se trata de ocuparse.

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